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Lunes, 7 de enero 2019, 01:29
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La Guerra Fría vivió un episodio surrealista en 1959. Aquel año, y tras un extraño intercambio epistolar con el presidente de Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower ('Ike'), el líder de la Unión Soviética, Nikita Kruschev, emprendió un viaje de diez días por el territorio del archienemigo. De los detalles del periplo, salpicado de momentos estrambóticos, dio cuenta el periodista del Washington Post Peter Carlson en 'Kruschev se cabrea', que ahora aparece en España publicado por Antonio Machado Libros.
Gestado en extrañas circunstancias (no había un motivo aparente para la visita, las relaciones entre ambos países eran más que gélidas), el viaje se produjo y terminó de complicarse cuando Eisenhower decidió que fuera su vicepresidente, Richard Nixon, el que ejerciera como anfitrión. Dos personalidades tan opuestas como Kruschev y Nixon estaban empujadas a chocar, y así sucedió. Discutieron hasta sobre «qué animal producía un excremento más pestilente», recuerda Carlson. Por no hablar del enfado que se cogió el invitado soviético cuando no le permitieron visitar Disneylandia...
Pero no todo fueron malos modos. Aunque la tensión era palpable («la diversión nunca dejó de estar oscurecida por la sombra de la bomba atómica», afirma Carlson), Kruschev hizo las delicias de los periodistas con escenas que dieron la vuelta al mundo: agarrando vivo a un pavo, golpeando en la barriga «a un gordinflón», con la boca abierta «ante los contoneos de unas bailarinas», «haciendo como que roba un servilletero»... «Era muy posible que Kruschev fuera un dictador responsable de la muerte de miles de personas, pero también era un tipo guasón», certifica Carlson.
Kruschev conoció a personajes tan diversos como Frank Sinatra, J. Edgar Hoover, John F. Kennedy o Bob Hope. También le dio tiempo a tirarle los tejos a Shirley MacLaine y Marilyn Monroe, a la que incluso en un primer momento pareció seducir. «Me miró como un hombre mira a una mujer», dijo Monroe.
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