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Esculturas de Marx que forman parte de una instalación en la ciudad natal del pensador.
Marx resurge de sus cenizas

Marx resurge de sus cenizas

La biografía del periodista británico Francis Wheen sobre el autor de 'El Capital' regresa a las librerías

Antonio Paniagua

Domingo, 28 de junio 2015, 07:33

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Muchos le dieron por enterrado, pero Karl Marx revive como el ave Fénix. Cuando cayó el muro de Berlín, el marxismo parecía una antigualla. Sin embargo, el filósofo es autor de uno de los libros más vendidos de la historia, 'Manifiesto comunista', solo superado por la Biblia. Además, problemas que se creían superados, como la lucha de clases, vuelven ahora al debate político. Debido a este renovado interés por el padre del materialismo histórico, se vuelve a reeditar la biografía 'Karl Marx', del escritor y periodista británico Francis Wheen. Que Marx es uno de los intelectuales más influyentes lo demuestra el hecho de que el pensador es el autor científico más citado de la historia.

Definitivamente, el escritor de 'El Capital' está de moda. Hace dos años llegó a las librerías una versión manga de este libro, un volumen que en Japón vendió 120.000 ejemplares. La crisis económico-financiera que empezó con la caída de Lehman Brothers es en gran parte responsable del resurgir de Marx. De ello da fe César Rendueles, profesor de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid y autor del prólogo de esta reedición de Debate. «De algún modo, el retorno contemporáneo de Marx es el síntoma de una especie de venganza del siglo XX. La globalización capitalista decretó en falso la muerte de un conjunto de conflictos que hoy han resucitado con una violencia salvaje», escribe Rendueles. No es el único beneficiado por la crisis. Las obras de Stéphan Hessel, inspirador del movimiento de los indignados; la película 'Inside Job', el economista Thomas Piketty y hasta los chistes de Mafalda acaparan la atención de un público deseoso por saber más sobre las desigualdad, la cleptocracia y la expropiación de bienes comunes.

Nacido el 5 de mayo de 1818, a orillas del río Mosela, en Tréveris, Renania, Marx era hijo de un judío ilustrado convertido al protestantismo y de un ama de casa, también judía, originaria de Holanda. Fue el típico exponente de su generación: hegeliano de izquierdas y, poco después enemigo del autoritarismo prusiano. Cuando comenzó su exilio parisino, Marx y Friedrich Engels ya eran uña y carne. Al estallar las revoluciones de 1848, en las que irrumpe el movimiento obrero organizado y aparecen el sufragio universal y las primeras ligas comunistas, Marx cree llegado el momento de alumbrar una ciencia no solo capaz de interpretar la sociedad burguesa, sino también de destruirla.

Wheen retrata con bastante rigor esa Europa de 1848. La biografía del columnista de The Guardian huye de ataques furibundos y de los elogios empalagosos. Presenta a un Marx humano, «un hombre que pasó la mayor parte de su edad adulta en la pobreza, afectado de forúnculos y de enfermedades hepáticas, y que en una ocasión fue perseguido por las calles de Londres por la Policía tras una noche de excesos tabernarios».

Marx, con ese aire de patriarca bíblico que le confería su poblada barba, pasó situaciones muy apuradas, vivió en una miseria dickensiana de la que salió adelante gracias a su amigo Engels, quien procuró sustento al detractor del capitalismo gracias a las ganancias provenientes de su fábrica de algodón. Víctimas de condiciones higiénicas deplorables, varios de los hijos de Marx engrosaron las desbocadas tasas de mortalidad infantil de la época.

El filósofo alemán se lo debe todo, además de a Engels, a dos mujeres: su esposa Jenny, baronesa de Westphalen; y Helene Demuth, el ama de llaves con quien tuvo un hijo ilegítimo, Freddy, quien fue entregado a unos padres adoptivos. Con el tiempo, ese niño se convirtió en un tornero cualificado que fue miembro fundador del Partido Laborista del barrio londinense de Hackney. Por lo visto era un hombre discreto que nunca hablaba de su familia y que murió el 28 de enero de 1929.

Curiosamente Marx, todo un profeta de la clase obrera, estaba orgulloso del origen aristocrático de su mujer. Fue un buen padre alejado de veleidades románticas, un sentimiento del que no se libraron dos de sus hijos, Eleonor y Laura, que terminaron suicidándose. Laura se casó con Paul Lafargue, famoso por un opúsculo que reivindicaba, en vez del derecho al trabajo, el derecho a la pereza. En 1911, achacosos y sin descendencia, Paul y Laura se quitaron la vida con una inyección de cianuro de hidrógeno. Eleanor Marx, tenida por madre del feminismo socialista, fue secretaria de su padre, del que heredó su activismo político. Se suicidó, como su hermana, con una inyección letal.

Wheen presenta a Marx como un hombre de múltiples caras. Un vehemente agitador que pasó casi toda su vida enclaustrado en la biblioteca del Museo Británico; un intelectual que adoraba beber, contar chistes y fumar puros; un hombre afable y sociable que acabó enemistado con casi todos su amigos.

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