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El maestro de Chiva reapareció ayer a lo grande e indultó al toro Fantasía. Aplausos/Arjona
Glorioso Ponce en su vuelta a los ruedos

Glorioso Ponce en su vuelta a los ruedos

El maestro de Chiva indulta al toro Fantasía y sale a hombros junto a Manzanares en El Puerto de Santa María

JOSÉ LUIS BENLLOCH

El Puerto de Santa María (Cádiz)

Sábado, 10 de agosto 2019, 22:05

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El maestro no solo volvió como pretendía donde lo había dejado, sino que sumó en el deslumbrante escenario de El Puerto de Santa María todas sus virtudes en grado superlativo. Maestría -fue más doctor que nunca- elegancia, el poderío de los consagrados y la ambición de los necesitados. Como si estuviese empezando. Ni el menor recuerdo del percance. A su primero le impuso la derecha y a su segundo, Fantasía de nombre, le hizo el toreo como no parecía que fuese a ser posible. Con la izquierda ligó el natural con ese cite previo en el que todo queda al albur de la magia de su muñeca y acaba dándole una profundidad deslumbrante, y con la derecha, mandona y poderosa, creativa, ligada, cada salida de la cara del toro era un clamor con la plaza puesta en pie a los compases del Concierto de Aranjuez y entre gritos de ¡torero, torero! El indulto final fue mucho más mérito del maestro valenciano que del juampedro, al que hay que reconocerle que acabase entregado a la magia de Ponce.

La tarde había comenzado cargada de emociones. Plaza llena, predisposición absoluta, cuando el maestro apareció en la puerta de cuadrillas vistiendo -¡fuera fantasmas!- el mismo vestido homenaje al Valencia CF con el que cayó lesionado en Valencia la plaza le acogió con una clamorosa ovación. Andalucía rendida al de Chiva. Todo seguido, los compases del Himno Nacional sonaron antes de que las cuadrillas rompiesen la formación. Las palmas por bulerías obligaron al maestro a salir al tercio, compartiendo la ovación con sus compañeros Morante y Manzanares. Todo seguido fue apareciendo una corrida de Juan Pedro Domecq de correcta presentación, juego dispar, interesante, que obligó a ejercer de lidiadores a los espadas.

El diestro reaparece a lo grande cinco meses después de lesionarse la rodilla en la feria de Fallas

La actuación de Enrique se inició con un magnífico toreo de capa, especialmente en el quite por delantales. Lucimiento capotero que prolongó en los lances de salida a pies juntos a su segundo. A ese primer toro, rebrincado y asperote, le impuso dominio sobre la diestra y la faena fue creciendo a los compases de 'La misión'. Solamente la mala colocación de la espada le dejó sin trofeos, pero no le privó de una fuerte ovación. Su segunda faena fue la culminación de la tarde. Creatividad y poder fueron haciendo al toro, que acabó rendido al magisterio de Ponce. La sublimación de los remates de serie llegaba cuando lograba ligar el derechazo previo cambio de mano con el natural y el de pecho. Las poncinas finales, la trinchera, el molinete… y hasta aquella serpentina muletera que en el infausto 18 de marzo le convirtió la rodilla en una catástrofe. Unanimidad en la petición del indulto, extraña y cicatera concesión de dos orejas -no se sabe muy bien por qué no le concedieron el rabo-, una vuelta al ruedo de nuevo al compás de las palmas por bulerías y un saludo de Enrique desmadejado, sentido, que aún acrecentó mucho más la ovación.

No se achicó el otro valenciano, Manzanares, que añadió un poderío contundente y torerísimo

No se achicó el otro valenciano, Manzanares, que a su elegante puesta en escena le añadió un poderío contundente y torerísimo. A su primero, muy protestón por el pitón izquierdo, lo sometió por el derecho; y a su segundo, toro complicado, con carácter, nada juampedro podríamos decir para que nos entendamos, lo intentó sobre la izquierda y le armó un auténtico alboroto con la derecha, tan bonito como meritorio. Faena de más entrega que belleza incluso. Al primero lo despachó de un soberbio volapié y al segundo lo mató en la suerte de recibir. Le concedieron una oreja en su primero y otra en su segundo porque la colocación de la espada no fue acorde a la pureza de la ejecución de la suerte.

Morante machacó a su primero en varas pero de su segundo no quiso saber nada

Morante machacó a su primero en varas y aún consiguió arrancarle muletazos preciosistas. De su segundo no quiso saber nada. La faena fue de una brevedad irritante para el público.

El cierre final fue una auténtica procesión al ritmo de las palmas por bulerías, en realidad la consagración una vez más de la tauromaquia valenciana en el corazón del andalucismo. La afición de El Puerto en pie se resistía a abandonar la plaza mientras Ponce y Manzanares se iban en volandas.

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