Violencia en las aulas valencianas
Los colegios registran en un curso casi medio millar de agresiones físicas a docentes, el 12% de todos los incidentes que se producen
El caso del colegio La Pinaeta de Puerto de Sagunto ha devuelto a la actualidad un problema que parecía dormido cuando en realidad se ha convertido en crónico en las últimas décadas. Hay violencia en las aulas, y el profesor, profesional de prestigio, referente moral de las nuevas generaciones de jóvenes, es una víctima más.
La valentía del centro, difundiendo los hechos de cara a la opinión pública y concentrándose para visibilizar su situación, ha removido conciencias. Su voz ha llegado hasta Madrid, con apelaciones directas al Ministerio de Educación para que revise las herramientas de prevención en cuestiones de convivencia.
La comunidad educativa no denuncia impunidad -el presunto autor del cabezazo al docente que amonestó a su hija está acusado de atentado contra una autoridad pública y tiene orden de alejamiento-, pero sí desamparo. «No estudié Magisterio para que me pegaran, sino para hacer mejores personas». Habla la víctima, resumiendo a la perfección el sentir de muchos colegas.
Los datos oficiales que maneja la Conselleria de Educación evidencian que la violencia física contra el profesor supone una lacra grave a extirpar. No sólo por el hecho en sí, sino por lo que implica en cuanto a pérdida de valores éticos y sociales.
Los colegios deben introducir en un registro informático central todas las incidencias que se producen. Más allá de la función estadística, sirve para radiografiar la convivencia e idear estrategias de mejora a nivel global. Actualmente está en fase de elaboración el informe del curso 2017-2018, por lo que los datos oficiales se refieren a los ejercicios anteriores, que ayudan a esbozar una fotografía.
En el 2015-2016 los colegios notificaron 3.414 incidentes que afectaron a la convivencia, de los que el 14,2% fueron agresiones físicas al profesorado (485). En el 2016-2017, de 4.096 esta tipología estaba detrás del 11% (450). Sacando un promedio de ambos parámetros se puede concluir que en las aulas, en un curso, se llegan a registrar 468 (12,6%). Casi medio millar de casos que van desde los más leves, como un empujón, hasta los muy graves, como el cabezazo al maestro de Sagunto. No se distinguen los autores, que pueden ser alumnos, familiares, personas ajenas o compañeros. Con una media de 39 incidentes al mes no se puede hablar de alarmismo, sino de asignatura pendiente del sistema.
Aunque los informes invitan a hacer una evolución que arrojaría una interpretación optimista -hay menos conflictos en el ejercicio más actual- desde la conselleria piden cautela, pues todo depende de la concienciación en cuanto a la importancia de registrar los datos en base al protocolo establecido. En este sentido señalan que a medida que aumente el uso de la herramienta, con más ejercicios de muestra, se podrá trazar una tendencia.
Otras violencias
Los informes recogen los diferentes tipos de violencia que se dan en los centros, donde destacan los conflictos entre alumnos (peleas, agresiones e insultos), las amenazas hacia el profesor por parte de los estudiantes, el mal uso de las tecnologías y el acoso. No son excluyentes, y un mismo caso puede encuadrarse en varias tipologías. De hecho, si se atiende globalmente a la violencia verbal y física sufrida por el profesorado, la alarma es aún mayor.
¿Qué está detrás de estas conductas en las aulas? «La impunidad de acosadores y agresores puntuales y la banalización es el germen de estos casos», explica Óscar Cortijo, psicóloco experto en acoso y violencia escolar. «La ley del silencio, mirar hacia otro lado y considerar la disciplina y el respeto como algo de otra época también lo propicia», añade. En cuanto al perfil de los autores, cree que la clase social no es determinante y apunta a rasgos como «falta de empatía, no haber adquirido alternativas de resolución de conflictos diferentes a la violencia o no haber marcado límites en la hiperprotección de los niños».
«Considerar el respeto y la disciplina como algo de otro tiempo no ayuda», señala Cortijo
Cortijo, uno de los impulsores del método de prevención de los centros de la Fundación San Pablo CEU, considera capital adelantarse a los hechos. «Estamos recogiendo los frutos de no intervenir cuando el problema es incipiente», dice, por lo que propone «programas que impliquen a todos los agentes, luchando contra la falta de confianza entre padres y centros, medir sistemáticamente qué sucede en los colegios, formación para detectar e intervenir en casos de acoso para todo el personal y las familias o trabajar el buen trato en el aula fomentando valores como la empatía, el respeto y la resolución de conflictos desde edades muy tempranas».
María Pilar Tormo es la directora del máster en Prevención e Intervención Psicológica en Problemas de Conducta en la Escuela de la Universidad Internacional Valenciana (VIU). Apunta a varios ámbitos que influyen en el riesgo de que se adopten actitudes violentas, como el personal -«por ejemplo el temperamento o problemas de indisciplina» o el familiar, donde influyen los estilos de crianza: «Si en casa se es muy permisivo, algo que predomina, puede haber consecuencias como una escasa tolerancia a la frustración».
En el ámbito escolar, ve fundamental una buena regulación interna de la convivencia. Cita como buena práctica «que sea el alumnado el que ponga normas, lo que favorece que se sientan como propias, se cumplan y se hagan cumplir». También se refiere a factores sociales y culturales, pues se tolera más que antes la violencia y queda mermado el concepto de autoridad docente.
Tormo apuesta por trabajar en los centros las emociones y la resolución de conflictos, que los estudiantes aprendan «a conocerse a sí mismos y a los demás». Sin olvidar una formación potente para las familias donde se aborden cuestiones como «el estilo educativo, el ciberbullying o la educación emocional».
Las condiciones laborales
La experta reconoce que se está avanzando en la aplicación de buenas prácticas. Cabe recordar que todos los colegios deben recoger medidas de prevención en su plan de convivencia, además de los protocolos de actuación. Sin embargo, hay voces que alertan de la falta de medios para que sean realmente efectivas. Lo explica Rafa Benavent, portavoz valenciano del sindicato Csi·f, que ha pedido al ministerio la convocatoria del Observatorio Estatal para revisar las medidas a aplicar.
«Tras los recortes de plantilla y el aumento del horario lectivo los recursos son escasos para su desarrollo. Si hay más alumnos en clase es más difícil minimizar o prevenir situaciones de baja intensidad, como la impuntualidad, desafíos o el cumplimiento de normas básicas, y se corre riesgo de que crezcan hasta casos graves», dice. «Y el aumento del horario se hizo en detrimento del tiempo para recibir a familias o para coordinarse con la comisión de convivencia, menguando las opciones de atención indirecta», concluye.
Susana y Yeni. Jefa de estudios y secretaria
«Encerramos a un profesor para protegerlo tras una paliza»
Texto: J. A. Marrahí
El cabezazo de un padre al profesor de música es la gota que ha colmado el vaso. Pero el Ceip La Pinaeta de Sagunto arrastra un nefasto historial de agresiones, amenazas, altercados y faltas de respeto de padres o alumnos a miembros de la comunidad educativa. Susana Gea, jefa de estudios, y Yeni Tarancón, secretaria, desvelan ahora ese infierno entre aulas: «Aquí hay padres muy violentos que llegan y no preguntan, directamente pegan o intimidan».
Han pasado ya ocho años, pero las docentes no olvidan lo que le sucedió al profesor de gimnasia. Una niña de 12 años contó a su padre que el trabajador del centro le había cogido del brazo y le había hecho daño. El progenitor creyó a pies juntillas la versión de su hija y se presentó en el colegio.
«El pobre estaba sentado en un banco y apareció el padre. Le dio un tortazo que le giró la cara del revés», recuerda Susana indignada. «Y cuándo intentó preguntar qué sucedía se llevó otro bofetón». La exhibición de violencia del progenitor no cesó. «Tras la paliza encerramos al compañero, pero el hombre dio una patada a la puerta del comedor y comenzó a lanzarle sillas». La víctima interpuso una denuncia y al agresor se le impuso una multa. Pero el docente ya no aguantó. «Primero acabó de baja y después optó por cambiar de centro», revela la jefa de estudios del centro de Puerto de Sagunto.
Hace tres años, el sobresalto fue para una maestra de Infantil que sigue en el centro. Era la hora de la entrada y unos padres dieron un alarmante aviso: «Vienen muchos a por la maestra». Como recuerda Tarancón «nos temimos otro episodio violento y optamos directamente por encerrarla en su clase por su seguridad». Nada les frenó: «¡Que salga, que salga la maestra!», gritaban los familiares enfurecidos. Finalmente, los progenitores interpusieron una denuncia contra la docente. «La acusaban de pegar a una niña, algo que no era cierto».
El curso pasado le llegó el turno a Claudia, una profesora de Inglés de 40 años. Dos alumnos se pelearon y la profesional trató de separarlos «como buenamente pudo». La versión que contó uno de los alumnos a sus padres es que la profesora le había estirado del pelo. Entonces, el matrimonio irrumpió en el centro, fue contra ella y le increpó: «Eres bipolar y te vamos a matar». De nuevo acabó refugiada dentro del centro para evitar males mayores. Tras el incidente, la familia la denunció por malos tratos a la menor y la docente hizo lo propio por amenazas. «La pobre no aguantó la tensión de aquellos días, acabó de baja por ansiedad y luego se marchó por concurso de traslado».
El año pasado hubo otro momento muy crítico. Unos padres se encararon con los responsables de La Pinaeta y les exigieron que alteraran unas faltas de asistencia de sus hijos. Por culpa del absentismo les habían retirado unas ayudas sociales. Así lo recuerda Gea: «Como no aceptábamos lo que nos pedían, nos encerraron. La madre bloqueó la puerta y el padre se nos puso a unos pocos centímetros de la cara, en actitud muy amenazante. Gritaba que jugábamos con el pan de sus hijos». Cuatro patrullas de la Policía Nacional intervinieron para proteger a los docentes.
Alberto. Profesor agredido
«El golpe se ha ido ya, pero el miedo se queda»
Texto: J. A. Marrahí
«Me está costando pegar ojo, doy vueltas a lo ocurrido y no logro desconectar». Alberto, de 35 años, asegura que estaba feliz con su trabajo en el Ceip La Pinaeta hasta que, hace apenas unas semanas, un brutal cabezazo lo dejó aturdido e instaló el temor en él. «El golpe se ha ido, pero el miedo se queda. No estudié Magisterio y me hice profesor para que me pegaran», reflexiona desde su casa. «Ya veremos si sigo».
Prefiere ocultar rostro y apellido por miedo a represalias. Y confiesa que todavía no tiene muy claro si continuará en el centro una vez se recupere. De momento, le protege una orden de alejamiento sobre el agresor.
Pero Alberto está convencido de que la violencia regresará a La Pinaeta. ¿Qué debería cambiar? Para la víctima «lo que hace falta es una intervención de Educación junto con organizaciones del barrio, centros culturales, patriarcas mediadores o instituciones asistenciales».
Alberto apuesta por «pacificar y civilizar a los padres violentos para que asimilen que los profesores no somos enemigos». Los docentes, razona, «estamos para enseñar a los hijos, no a sus padres. Y no es normal que cuando das tanto cariño, afecto y protección a los menores recibas violencia como pago».