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128 víctimas del terror machista en la Comunitat Valenciana

La primera valenciana entre el millar de víctimas de España fue María José, de Meliana. Mujeres de entre 17 y 87 años engrosan la lista

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Domingo, 23 de junio 2019, 01:42

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María José, Beatriz, Sheila, Nalea, Xiu, Laura... Todas querían vivir y todas están muertas. El asesinato de Beatriz Arroyo en Alboraya convierte a la joven de 29 años en la víctima 1.000 del terror machista desde que el Gobierno empezó a cuantificar los casos, en 2003 (ahora ya son 1.001). En la Comunitat, la lista de la vergüenza suma 128 mujeres asesinadas en ese tiempo. 128 víctimas. 128 asesinos.

No eran números, eran nombres. Vidas. Ilusiones truncadas. Temores sin un auxilio a tiempo. Y tras la estela del crimen, hijos huérfanos, padres y hermanos condenados a pena perpetua. Y también la sensación de que por más proyectos, debates y pactos, nada parece cambiar En la Comunitat repuntan crímenes y denuncias. Este año nuestra región suma ya cuatro casos, el doble que en todo el año pasado.

La primera víctima valenciana en el registro estatal fue María José F. Asesinada con 38 años el 5 de abril de 2003. Quería separarse de esposo, Francisco P., de 40 años. El homicida acudió a la calle de Valencia donde sabía que encontraría a la víctima. Ella estaba en el bar de su prima y él se presentó un cuchillo de 25 centímetros. Le clavó el filo dos veces en el tórax.

«Siempre se mostraba muy violento con ella y, en alguna ocasión, llegó a amenazar a la hija mayor», lamentó una carnicera de Meliana, donde residía la pareja. María José era madre de tres hijos de 13, 16 y 18 años.

El número de víctimas en la Comunitat a lo largo de los últimos 15 años ha oscilado entre los dos feminicidios que se produjeron en 2018 y un trágico 2015 con once mujeres fueron asesinadas en tierras valencianas. En cuanto a las edades, la horquilla es amplísima. De los 17 años que tenía Xiou, asesinada el 25 de abril de 2008, a los 87 de Esperanza, que engrosó la lista negra el 15 de diciembre de 2014.

La historia de Xiou Deng se truncó antes de alcanzar la mayoría de edad. Fue víctima de un novio de 27 años con el que mantenía una relación a escondidas. La menor apareció estrangulada y con papeles en la boca en el restaurante chino que regentaba su madre en Aspe. La chica era su única hija. Siete meses después del hallazgo del cadáver, la Guardia Civil puso al sospechoso ante la justicia. Se trataba de un joven chino casado y padre de una niña. El juzgado de Novelda dictó su ingreso en prisión.

Sólo unos días, fue asesinada otra jovencísima víctima. La vida de Laura J. J. duró 19 años. Había roto su noviazgo de dos años con Amable Danilo R. R., un joven ecuatoriano. Según la Fiscalía, el 10 de abril se citó con su expareja con la excusa de devolverle el dinero de una deuda. Puso una cuerda de persiana alrededor del cuello y la asfixió hasta la muerte. Después le ató las manos con una brida y los tobillos, con cordones de zapatillas. Ocho piezas metálicas de 39 kilos la hundieron en una balsa de riego.

El furgón de la funeraria y un coche patrulla de la Guardia Civil en la urbanización de El Capello donde Esperanza fue asesinada por su marido.
El furgón de la funeraria y un coche patrulla de la Guardia Civil en la urbanización de El Capello donde Esperanza fue asesinada por su marido.

Esperanza U. C. tenía 87 años cuando su marido le arrebató la vida en El Campello. Fue el 25 de agosto de 2014. El hombre la acuchilló y luego se quitó la vida. Fue la cuarta víctima mortal de ese año y jamás había denunciado malos tratos.

¿Qué ha cambiado desde que se cuantifican los crímenes en España? Para Susana Gisbert, fiscal de violencia de género en Valencia, «ha cambiado la ley y la percepción de la sociedad. De ser algo de lo que no se hablaba a una preocupación social, pero subsiste el machismo que origina la violencia». Chelo Álvarez es psicóloga, educadora y presidenta de Alanna. «Lo más importante es que las víctimas ya nos concienciamos de que tenemos voz y nos tienen que escuchar». El próximo paso, anuncia, es la constitución un consejo estatal de víctimas «y nos van a oír». Desde su experiencia, «el foco para que pare hay que ponerlo en la educación de nuestros hijos e hijas. Es en la escuela donde hay que poner las ganas. Por mucha formación de policías y jueces, si no hay niños sensibilizados no hay cambio. Propongo un control educativo en todos los aspectos».

Otra voz de víctimas es Mayte Lafuente, presidenta de Amigas Supervivientes. Celebra que se empezaran a contar en 2003, la Ley Integral de Violencia de Género o la creación de juzgados y pactos. «Pero ¿detrás de esa voluntad hay una sensibilización o recursos materiales y de personal?» En muchos casos, entiende, «no ha sido así». Para Lafuente, los crímenes cesarán «cuando todas las personas nos consideremos iguales y que nadie es posesión de nadie» Su apuesta, «enseñar desde el nacimiento y que los hombres se impliquen más y digan también 'basta'».

Alicia Bayarri, abogada y presidenta de la sección de Violencia Doméstica del ICAV es firme defensora de la ley integral. «Ha salvado muchas vidas de mujeres, pero no es más que un instrumento de la justicia tras el fracaso social» que entraña toda amenaza, agresión o crimen. En este punto, «y aunque parezca un tópico, la única apuesta válida es la educación».

Maxi Ezequiel, hijo de María Cristina Menna. Irene Marsilla

«Cada día que pasa recuerdo a mi madre»

Maxi Ezequiel vive en Benetússer. Tiene 28 años, trabaja como comercial y es padre de una niña de tres años. Ella es el bálsamo para una pérdida que le marcó para siempre en plena juventud: el asesinato de su madre, María Cristina Menna, la séptima víctima mortal de la violencia machista en la Comunitat en 2010. Murió de veinte puñaladas en noviembre de ese año, en Catarroja. Tenía 57 años y su verdugo fue José Pascual S., el novio con el que llevaba algunos meses saliendo, exfuncionario de una localidad de l'Horta.

«Cada vez que hay un crimen machista lo revivo todo, aunque realmente a mi madre la recuerdo a diario, cada día que pasa». Un sentimiento le invade con cada mujer que se añade a la lista negra: «Impotencia. ¿La solución? Ojalá la supiera. Supongo que buena educación desde pequeños a los niños. Y prevención. En el caso de mi madre, habría que haber tomado medidas antes. Ese hombre estaba desequilibrado y le de dieron de alta de psiquiatría antes de tiempo», lamenta en referencia al autor del crimen.

«Al menos sé que sigue en prisión. Le condenaron a 21 años de cárcel en 2014». A diferencia de su madre, el homicida saldrá un día a la calle. «Espero no encontrármelo jamás porque no sé cómo podría responder. Agradezco a la justicia que esté en prisión.

María Cristina tenía tatuadas en su espalda las iniciales de sus tres hijos: Maxi, Marcelo y Vanesa. «De momento ninguno hemos recibido ayudas» tras la horfandad a la que les condenó el asesino.

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