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SUBVENCIONES, LA PÓLVORA DEL REY

SUBVENCIONES, LA PÓLVORA DEL REY

CRÓNICAS VERANIEGAS DEL PAÍS DE LOS CATACIANOS ·

España quedó atrás. El país de los catacianos es un territorio imaginario habitado por catalanes sobrevenidos que hasta entonces se hicieron llamar valencianos. Se trata de una república feliz, progresista y ecofeminista, una república que logró escapar de la opresión del centralismo para compartir un destino fraternal con los otros pueblos liberados

FRAY FUSET

Lunes, 12 de agosto 2019, 00:07

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Se hace saber

Que la ponentà lo ha arrasado todo. Todo es todo. Han huido de aquí hasta las cucarachas. El alcaide Ribó las ha despedido en Twitter con un «hasta nunqui, bye bye», lo que ha dejado descolocados a sus ardientes partidarios. Por aquello de que el regidor use las lenguas imperiales, en su versión colegui, para proclamar oficialmente el triunfo militar sobre una especie con 350 millones de años que sobrevivieron a la peste y a los dinosaurios, pero que han sido derrotadas en el país de los catacianos; aupa Compromís. Otro enemigo que escapa. Ximo I decretó hace un mes la expulsión o conversión del mosquito tigre, pero Ribó ha ido en ambición mucho más lejos, hasta el exterminio radical, lo que le ha costado alguna disensión interna que tendrá que aplacar en la próxima asamblea animalista (los críticos eran partidarios de la convivencia pacífica entre humanos y cucarachas, preservando un carril de tránsito específico para ellas a fin de reducir la polución automovilística; con el tiempo habrían podido además concurrir a las primarias del Bloc). El pueblo llano, por su parte, algo más rumbero, ha soltado un «oye alcaide, ya puestos, aparte de las cucarachas, a ver si consigues quitarnos también el olor a meados de las esquinas, provengan de personas, perros o turistas». Pero el regidor ya no estaba ahí para escuchar las súplicas, porque tiene esa capacidad portentosa Cuco Ribó para estar y no estar, aparecer y desaparecer, irse y volver, simular sin estar, a base de «bye, bye colegui» y de su apego a la teología del TLTL (Todas Las Tardes Libres).

También se hace saber

De modo que aquí no queda nadie, como es natural, ni siquiera cucarachas, pero ni aún así la maquinaria gubernamental se detiene. Los escribas de Palacio no paran de sacar decretos y memorandos, porque el país tiene que seguir en marcha. Como dijo aquel filósofo de Sueca, «Catacia no se acaba en el mar, hay barcas para seguir». Diríase incluso que agosto es una época idónea para aprobar aquellas decisiones más espinosas o abrasivas, aprovechando la ausencia de testigos incómodos. Y además Ximo I puede delegar su firma en subalternos, como esta nueva secretaria de Transparencia Translúcida, Rosa Pérez, a la que acabamos de encomendar ocuparse de los colectivos desfavorecidos, necesitados o desestructurados, los que precisan de la ayuda de la administración para sobrevivir; o sea, nuestros menesterosos y excombatientes: algunos excargos del partido, el tío Eliseu Climent, Acció Cultural, Escola Valenciana, El Micalet, el observatorio ciudadano contra la corrupción, Ca Revolta, À Punt, cierta prensa seria y responsable y tantos otros patriotas generosos y desinteresados. Ahora bien, esto lo coge un periódico reaccionario como el que tú conoces y lo presenta de otra forma, lo manipula como si fuera algo mezquino o reprobable, cuando lo que hacemos aquí es construir un país mejor para las generaciones venideras, para nuestros hijos y nuestros perros.

Esos cavernícolas, en definitiva, ¿qué dicen, Fuset?, ¿de qué nos acusan? Me pregunta noche tras noche Ximo I desde lo alto de las torres de Serrano, donde ha emplazado un cañón giratorio con el que va disparando las subvenciones a nuestros partidarios. Un cañón que hace llover dinero y no metralla, como corresponde a una república ecopacifista como la nuestra. El Princeps regula el tiro y ahí mismo le suelta cien mil euros a un observatorio contra la corrupción que nunca ha observado nada ni jamás ha descorrompido cosa alguna en sede judicial, unos desconocidos para jueces, fiscales o periodistas, pero son de los nuestros. Si la mira telescópica se desplaza un poco entonces van 140.000 euros hacia la asociación cívica Acicom de un exgerifalte del PSPV, muy empeñada en remover la memoria histórica y la dignidad de las víctimas, pero nunca gratis porque también hay que contar con la dignidad de los dignificadores. Y ya hacia el norte morellano volaron variadas ayudas hacia el hermano Francis y sus malas compañías, esa familia Adell Bover que un día provocará fuertes dolores de cabeza en Palacio. Luego están los clásicos catacianos, cuya ubicación es bien conocida para la artillería subvencionadora del Botànic: trescientos mil euros a El Micalet, cien mil euros a Ca Revolta, un millón de euros a Escola Valenciana y 2,6 millones de euros a Acció Cultural.

Lección a saber

Estas pequeñeces desquician al Molt Honorable. Ni soporta ni entiende que se le acuse de favorecer a los suyos. Pone mala cara cuando alguno le llega con la matraca del uso partidista del dinero público. «Es falso -contesta-, el dinero público está ahí para todos, para el que sepa pedirlo y usarlo; los progresistas preferimos financiar los propósitos de unos y otros con los presupuestos del pueblo antes que hacer lo que hacía la derecha salvaje, manejar puertas giratorias, cobrar comisiones de las empresas y mirar de reojo posibles prebendas del sector privado; Carmen Montón se equivocó por intentar emparentar con un lobby farmacéutico, es obsceno, en lugar de haber creado una ONG solidaria y solicitar la subvención correspondiente; hay que hacer las cosas a la manera progresista y cataciana, usando el dinero de todos a conveniencia». Y aquí puso término a la discusión, pero el Molt Honorable todavía quiso hacerse entender mejor por los suyos, a los que sus palabras habían dejado cierto sabor a descaro. Nosotros actuamos -añadió- bajo el principio moral de que toda subvención es una zanahoria para animar al burro a caminar; otros piensan que el burro sólo anda a palos, pero nosotros creemos en la zanahoria como incentivo y motor de la acción política: «las subvenciones permiten hacer el bien a muchos y muchas veces, pero de poco en poco; de manera que siempre tendrás a la mayoría de tu parte y dependiendo de ti».

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