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Estatua de César Borgia ubicada en la plaza de las Escuelas Pías de Gandia. Juantxo Ribes

El relato de los Borgia y una falsa leyenda negra

'Borgia' y 'veneno' son dos palabras unidas para siempre. Pero cualquiera que se acerque a la saga con un mínimo de rigor histórico podrá rebatirlo

Juanjo Braulio | Autor de 'En el nombre del poder' y 'En el nombre de Borgia'

Jueves, 9 de octubre 2025, 00:29

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El Nou d'Octubre es día para la celebración, la conmemoración y la reivindicación. Tiempo para recordar los grandes nombres que -para bien o para mal -han forjado nuestra historia. Una lista en la que siempre están ausentes los mismos. Los Borja/Borgia.

Los escritores, en nuestras novelas, contamos mentiras para decir verdades. No obstante, algunos embustes literarios terminan por convertirse en monolíticos dogmas capaces de resistir los embates del tiempo y la ciencia. Hay docenas de ejemplos de este fenómeno, pero quizá muy pocos con la intensidad y virulencia con la que se ha tratado a Rodrigo de Borja, papa Alejandro VI (1492-1503). Junto a su tío Alfonso de Borja -papa Calixto III treinta años antes- los Borja son los valencianos que más alto han llegado. Sin embargo, están enterrados, en el mejor de los casos, en el olvido y, más habitualmente, en el oprobio.

La política, sin duda, ha tenido mucho que ver con la leyenda negra que rodea a los Borja pero ha sido la Literatura la que ha tenido el papel esencial para que Borja-Borgia sea sinónimo de corrupción, asesinato e incesto.

Aunque Rodrigo de Borja llevaba 36 años en Roma en el momento de su elección canónica y, como suele decir Joan Francesc Mira, era ya más italiano que los propios italianos, no fue bienvenido por las familias nobles indígenas que, desde tiempos inmemoriales se repartían por turnos el solio pontificio. De hecho, tras Alejandro VI solo hubo otro papa no italiano, el holandés Adriano VI veinte años después, y ninguno más hasta 1978 con el polaco Juan Pablo II. Ya en vida, Alejandro VI soportó todo tipo de calumnias pero, en aquel momento, la principal acusación fue la de simonía. Sus otros pecados ensalzados por la propaganda de sus enemigos, o sea, la violación del celibato sacerdotal y el nepotismo no podían ser materia de acusación en aquellos tiempos porque todos los papas italianos habían hecho, hacían y harían lo mismo durante décadas.

La fuente primordial de la leyenda negra de los Borja viene de Johannes Burchardus, el jefe de protocolo de la Santa Sede de Alejandro VI quien incluyó en su diario historias sobre orgías, incestos y asesinatos. Otros historiadores italianos siguieron la estela de Burchardus bajo un denominador común: todos ellos trabajaban para los enemigos de la familia valenciana. La Reforma protestante, algunos años después, para extender el odio al Papado, usó el diario de Burchardus que sirvió de inspiración para la primera obra de ficción: una obra de teatro del alemán Barnabe Barnes de 1607 que bajo el título 'Der Teufelspakt' (El pacto con el Diablo) pinta a Alejandro VI como la encarnación de todo el mal. A partir de ahí, la reputación de los Borja pasaría de la política a la Literatura e incluso a la Filosofía, como hizo Nietzsche, quien en su obra 'El Anticristo' lamentaba que Alejandro VI no hubiera tenido éxito en su intención de convertir el Papado en una institución hereditaria en la figura de César ya que «con eso el Cristianismo hubiera sido abolido».

Hay que reconocer que la familia valenciana no fueron hermanitas de la caridad, pero tampoco fueron distintos a otros príncipes del Renacimiento. No fueron criminales, sino políticos de su tiempo. La injusticia histórica se ve mejor en Julio II, Giuliano dellaRovere, archienemigo de Alejandro VI que fue un papa corrupto, guerrero y cruel, que arruinó la Santa Sede, pero que ha pasado a la Historia como el gran mecenas que encargó a Miguel Ángel la Capilla Sixtina.

'Borgia' y 'veneno' son dos palabras que ya están unidas. Pero cualquiera que se haya acercado a los Borja con un mínimo de rigor histórico sabe que ni el papa valenciano ni su hijo César tuvieron jamás necesidad de utilizar la ponzoña porque, entre otras cosas, no les hacía falta ya que tenían a su disposición todo el poder jurídico, político y militar de la Santa Sede.

Son el epítome de lo valenciano y más de 500 años después su epopeya, con luces y sombras, nos da una valiosa lección para estos tiempos: que el relato -aunque sea falso- lo es todo

Sin embargo, junto al incesto, el envenenamiento es la tarjeta de presentación de los Borgia. Y esta mentira tiene como responsable a Alejandro Dumas padre. En 'El conde de Montecristo', Dumas fabula que el tesoro del abate Faria pertenecía a un cardenal que, ante la sospecha de que iba a ser envenenado por Alejandro VI para quedarse con su fortuna, la había ocultado en el islote para burlar los planes del pontífice. Otro de los grandes de la Literatura, Víctor Hugo, también lanzó su parte de estiércol sobre la familia valenciana con su drama 'Lucrezia Borgia', que transcurre en Ferrara, donde la hija del papa era duquesa y gobernaba «el palacio del placer, el asesinato, el adulterio, la infamia y la sangre».

Así, pues, los Borja se instalaron en la ficción como criminales. De nada sirvieron intentos como el de Vicente Blasco Ibáñez que, en 1926, intentó sacar a la familia valenciana de la infamia. Dijo Blasco que, al documentarse para su novela 'A los pies de Venus' se había encontrado con que «los historiadores encontraron más cómodo llegar hasta nuestros días copiándose unos a otros». La advertencia de Blasco cayó en saco roto para Manuel Vázquez Montalbán o Manuel Vicent que, en sendas obras sobre los Borgia, aún conscientes de la falsa leyenda negra, se mostraban partidarios de dejar los mitos como estaban.

La leyenda negra de los Borja sigue en películas y series de televisión donde todos los tópicos son puestos en fila india. También fantasías más o menos perdonables como el cómic medio pornográfico de Milo Manara y Alejandro Jodorowsky o bodrios infumables como la obra póstuma de Mario Puzo que los presentaba como «la primera familia del crimen». Ya puestos a adulterar a los Borja, casi es más honesta la transformación que han experimentado en el videojuego 'Assassin's Creed' donde son prácticamente superhéroes.

Los Borja, en suma, son el epítome de lo valenciano que se celebra en este Nou d'Octubre y que se reflejan en las Fallas: grande, aparatoso, espectacular… y efímero. Y más de 500 años después, su epopeya, con luces y sombras, nos da una valiosa lección para estos tiempos: que el relato -aunque sea falso- lo es todo.

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