Reconstruir el Reino a todo trance
Cronistas. Los especialistas en la historia de las localidades lucharon en los años 50 y 60 por instaurarse como institución al margen del régimen franquista y por crear una unidad de acción en las tres provincias
F. P. PUCHE
Domingo, 16 de octubre 2022, 00:11
No fueron años fáciles, sino todo lo contrario. Para los cronistas de los pueblos valencianos, constituirse en una asociación con personalidad definida que pudiera algún día funcionar sin las tutelas del Régimen, fue, en los años cincuenta y sesenta, una tarea compleja. Sin embargo, aún fue más delicado llegar a celebrar una asamblea con carácter regional; porque enfáticamente les llamaban cronistas del Reino, pero el concepto regional aún levantaba recelos entre las autoridades, estrictamente provinciales. Cuando los actuales cronistas preparan su XXXIII Asamblea, a celebrar del 21 al 23 de octubre próximos, el mundo es otro y aquellas inquietudes han sido sustituidas por otras. En ocasiones, los cronistas de hoy experimentan sensaciones opuestas, ya que nadie se acuerda de ellos.
El cronista de un pueblo o ciudad es una persona que recibe un cargo honorífico otorgado por la corporación municipal y se debe a la historia y la tradición de su localidad. Pero en los años cincuenta, cuando los cronistas empezaron a celebrar sus primeras asambleas para contrastar ideas e investigaciones, cuando quisieron divulgar en grupo sus trabajos o simplemente compartir unas jornadas de camaradería, el 'poncio' de turno, el gobernador civil, medía y sopesaba todos los pasos que daban hasta autorizar la convocatoria.
Los cronistas de la provincia de Valencia estaban vinculados al Centro de Cultura Valenciana (hoy Real Academia) como una solución jurídica dentro del estrecho espacio del asociacionismo. Los cronistas de Alicante y Castellón hacían lo propio con el Instituto de Estudios Alicantinos y la Sociedad Castellonense de Cultura. Esas instituciones ejercían lo que podríamos llamar una tutela administrativa que facilitaba la burocracia en un tiempo en que el derecho de reunión se ejercía con cuentagotas. Y según tiene estudiado el cronista Alfons Vila Moreno fueron los impulsos del barón de San Petrillo desde el Centro de Cultura, y del cronista Rafael Badía Marín los que se unieron, en los primeros cincuenta, para propiciar las soluciones deseadas.
El padre de Badía Marín, Vicente Badía Cortina, era subdirector de LAS PROVINCIAS y un valencianista sobrio y cabal. Y en no pocas de sus columnas aludió a la necesidad de dar al cronista -él mismo también lo era en su pueblo- una personalidad y un marco de organización. Los artículos de su hijo, no obstante, fueron los que con más fuerza impulsaron los paulatinos reconocimientos y cambios. Por su parte, Nicolau Primitiu, otro valencianista de primera línea, empujó lo necesario y más desde su revista 'Sicania', donde brillan las primeras ascuas de una recuperación de nuestras tradiciones en plena dictadura. Hay que señalar que hasta 1958 fue director de nuestro periódico Martín Domínguez Barberá al que sucedió José Ombuena; y que ambos, cada cual con su talante, contribuyeron a la normalización paulatina de todo cuanto los cronistas querían aportar al estudio y recuperación de la cultura y la historia.
Registros y controles
En 1954 y 1956, el Gobierno Civil emitió complejas circulares para regular las vinculaciones de los cronistas con sus municipios. En 1957 se generó otra más, al tiempo que se creaba un registro provincial de cronistas en Gobierno Civil. Todo debía estar controlado y siempre se hacía a nivel provincial. No obstante, se reconocía desde el Temple la estimable labor del cronista local; e incluso se creyó necesario, en 1955, hacer obligatorio que todos los pueblos tuvieran el suyo.
La I Asamblea de Cronistas de la provincia de Valencia se pudo celebrar, aún con sordina oficial y mediática, en 1954. Pese al control, el Gobierno Civil, en su circular de diciembre, reconoció, como subraya Vila Moreno, que los cronistas habían alcanzado «un desarrollo y madurez notables, merced al impulso que han dado prestigiosas instituciones como el Centro de Cultura Valenciana». Al año siguiente, la hoy Real Academia acogía a los cronistas en su seno con una reciprocidad y colaboración que hoy en día permanece. La Lonja fue el domicilio social que ninguna de las dos instituciones tenía por entonces.
La I Asamblea de Cronistas del Reino de Valencia se celebró al fin entre el 25 y el 28 de octubre de 1956. La fecha, siempre octubre, habla por sí sola de la vocación de los convocantes. Como es expresivo el hecho de que las sesiones se abrieran en el simbólico Salón de Cortes de la Generalidad, donde están pintados los miembros de los tres brazos de la Diputación del Reino.
Doscientos cuatro cronistas se dieron cita en Valencia, para asistir, durante tres jornadas, a sesiones de trabajo y estudio y a visitas a puntos tan señalados como el monumento a Jaime I, donde se ofreció una corona de laurel, o el monasterio del Puig, tan vinculado al Conquistador. En nuestras páginas de huecograbados las fotografías de grupo que hizo Cabrelles Sigüenza reflejan momentos de celebración hasta entonces desconocidos.
Hubo también una detenida visita al Archivo Municipal, donde se custodian Els Furs y la histórica Senyera. Y tuvo especial interés la presencia de la nube de cronistas en nuestra casa de LAS PROVINCIAS, donde recorrieron todas las instalaciones y recibieron un regalo muy especial: un libro de páginas en blanco y tapas de pergamino, destinado a anotar las noticias relevantes de su respectiva localidad. Martín Domínguez, y el subdirector, Badía Cortina, atendieron a los ilustres asambleistas.
Diputación provincial y Ayuntamiento de Valencia han apoyado desde entonces todas las reuniones profesionales, convocadas en años pares; y siguen haciéndolo 66 años después. Pero la afortunada diferencia estriba en la democrática desaparición de las tutelas y controles de aquellos años, duros para toda clase de asociacionismo. Aparte las reseñas de la prensa diaria hay que señalar que Vicente Badía Marín escribo una crónica especial de la Asamblea celebrada en 1956. Los principales estudios y discursos se recopilaron; y cabe destacar los trabajos de Nicolau Primitiu sobre toponimia, el de numismática de Pio Beltrán; el relativo a musicología, preparado por Eduardo López Chavarri, y otros del barón de San Petrillo, Enrique Taulet, Luis Lluch Garín, Francisco Sintes Obrador, Ricardo Marín, Santiago Brú Vidal y otros.
Despacio, muy despacio, algo se pudo avanzar en 1956. Para empezar, la presencia de cronistas de Valencia, Castellón y Alicante fue un hecho elocuente; existió un Reino y había una vocación de comunidad regional. Y como podemos leer en un trabajo de «Valencia Atracción», hasta el exigente gobernador civil Posada Cacho lo vino a reconoceren sus palabras. «No sois huéspedes en esta vieja casa de Valencia los de Alicante y Castellón, porque esta mansión es tan vuestra como nuestra. Y mejor que yo lo están diciendo estas paredes que ostentan los retratos de vuestros antepasados, que con su sudor y su esfuerzo económico levantaron esta prócer mansión foral», dijo.