El precio de los alquileres en otros barrios de Valencia empuja a los artistas a Benicalap
Pintores, creadores gráficos y escultores hallan en el noroeste de la ciudad espacio para los talleres que no pueden pagar en Ruzafa, el Carmen y Benimaclet
Una mañana de un día laborable cualquiera. Calles bulliciosas, llenas de hombres y mujeres que van y vienen. Un bar en la esquina y otro en la de más abajo. Una frutería, y otra más. La huevería y un rótulo olvidado que proclama el nombre de 'Carnecería Tocinería Salvador'. Taller de reparaciones –más de uno–, lavandería, peluquería… La acera se estrecha porque los del bazar han sacado las plantas a la calle. Al camino salta el casal de una falla y el de otra más, la parroquia y también tiendas de indumentaria valenciana. Retrato de la vida de Benicalap, de un barrio popular de Valencia transitado por el tranvía que acerca al centro de la ciudad. Y a todo eso que construye, de un tiempo a esta parte se han sumado los artistas. Las calles están salpicadas de talleres de jóvenes pintores, escultores y creadores gráficos que han encontrado en el barrio el espacio que necesitaban para trabajar.
El Carmen, Ruzafa o Benimaclet, territorios codiciados por la creatividad artística, hoy se han convertido en inalcanzables para muchos. «El alquiler es muy caro. Tuve estudio en Ruzafa, pero siempre estaba con el miedo de que me lo subieran o incluso de que me echaran». Lo cuenta la pintora valenciana Ana Císcar. Hace tres años decidió instalarse en un bajo de Benicalap junto a otros artistas: Diego Balazs, Rubén Marín, Anja Krakowsky y Alejandro Quiroga.
Comparten el espacio y los gastos. En Benicalap los alquileres son más asequibles, circunstancia que no sólo les permite rebajar el gasto, también les ofrece la posibilidad de disponer de mayor espacio para cada uno. En las zonas más caras «para poder pagar tienen que ser muchos en el estudio y eso resta comodidad para trabajar», advierte Ana Císcar. Están contentos en Benicalap. «Es un barrio muy vivo. Incluso enfrente tenemos una huevería que nos provee de cartones». Y cuando hay que tomar un café, siempre se encuentra un bar abierto cerca del taller. La proximidad con la calle, su gente y todos sus atractivos aporta valor.
Unas cuantas esquinas más arriba se ha instalado el pintor Marcos Pizarro junto a Gabriel Moragues y Pedro José Aguilar. ¿Qué les ha llevado hasta un local que un día fue joyería y luego panadería en el noroeste de la capital? Responde Marc: «Ruzafa es caro y hasta en Benimaclet es impensable». Por si no quedará clara la explicación, puntualiza: «En realidad el principal motivo para venir aquí es el precio del alquiler».
Junto a la contundente motivación «principal», hay otras razones que les han empujado a tomar posiciones en Benicalap. «Esta zona está muy bien comunicada, además puedes disponer de locales más espaciosos que dan comodidad. Yo, que trabajo con obra grande, necesito sitio para almacenar».
En la misma calle donde se encuentra Marcos, también se han instalado Antonio Ovejero, Joar Remolar, Laura Cano, Carla Velasco, Alba Ramiro, Jaume Castaña y Manel Bafaluy. Este grupo de creadores no sólo comparte estudio, cuatro de ellos conviven en una casa de fachada tradicional valenciana que luce bellos azulejos en las jambas de la puerta. Es grande. Hay espacio para vivir y para trabajar. La planta baja, de atractivo suelo hidráulico de colores semejante a los bordados de punto de cruz, abre paso a la escalera que conduce a la alta, «que fue un secadero de tabaco». Allí cada uno de los artistas dispone de su taller. «Hemos habilitado también los gallineros», apunta Antonio Ovejero. Lo cierto es que resulta un espacio que atrapa. Es un lugar sugerente y sugestivo al que llegaron, como el resto de colegas, atraídos «por el precio del alquiler. Aquí es más barato. Benimaclet está muy masificado y han subido los precios. Se han instalado varios estudios, y también en Benicalap estaba la artista Claudia Pastomás. Ella se puso en la antigua carpintería de su abuelo».
Como sucede al resto, también este grupo encuentra más beneficios. Uno es el transporte público. El tranvía les lleva a Pont de Fusta y sólo con cruzar la calle ya están en el Carmen. «Es un barrio muy acogedor, estamos integrados con los vecinos», advierte Antonio Ovejero, quien pone el acento en la importancia de «'descentrificar'» la actividad y dinamizar los barrios.
Antonio y sus compañeros setán empeñados en conseguir esa dinamización. Desde la 'Casa Hidráulica', como llaman a su espacio –«por la presencia de suelos hidráulicos»– y a la iniciativa de actividades artísticas que llevan a cabo, trabajan por «crear comunidad». Celebran encuentros de artistas, sesiones de puertas abiertas en las que dan a conocer su actividad «y a las que invitamos a los vecinos, que vienen y nos cuentan cómo era Benicalap, dónde vivía cada uno...». Acuden también sus galeristas y otros amigos del arte. Están convencidos de que es una buena oportunidad «para dar visibilidad a los artistas emergentes», apunta Ovejero.
Y como los de la 'Casa Hidráulica', también el estudio donde trabaja Ana Císcar ha acogido un 'open' en alguna ocasión. No descartan introducir en su programa alguna propuesta más que quién sabe si puede conducir a crear una comunidad artística en un ambiente en el que, como relata Marcos Pizarro, «nos conocemos todos, nos visitamos y charlamos un rato».
La siembra para esa comunidad que desean los jóvenes creadores está hecha. Cuándo, cómo y cuánto germine es lo que queda por ver. Hay algunas certezas: la sociedad se mueve -está en constante cambio-, los precios de los alquileres y la búsqueda de una comodidad asequible ha abierto un éxodo artístico hacia Benicalap, un barrio popular donde los emergentes de la creatividad confiesan sentirse muy a gusto. Nuevas oportunidades.
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