ZAPATERO CON OTEGI
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La reunión que José Luis Rodríguez Zapatero y Arnaldo Otegi mantuvieron el pasado 8 de septiembre en un caserío de Elgoibar nos dice mucho no sólo de la personalidad del expresidente del Gobierno sino del papel que la izquierda democrática viene jugando en España desde hace décadas. En el terreno estrictamente privado, habría que empezar por decir que cada uno es muy libre de reunirse con quien quiera, incluso con un dirigente político condenado por sus relaciones con la banda terrorista ETA, una organización responsable de más de 800 asesinatos, pero llama la atención que el socialista aceptara la propuesta de Otegi y se sentara tranquilamente en la misma mesa que un hombre que fue juzgado y cumplió condena de cárcel y del que puede decirse que tiene las manos manchadas de sangre, no porque participara personalmente en atentados sino porque pertenecía a la infraestructura de encubrimiento, protección y exaltación política de los terroristas. Un periodista puede tener que entrevistar a personas que no son de su agrado pero que por su interés informativo merecen la atención mediática, desde un asesino en serie a un dictador, pero un expresidente del Gobierno de España debe cuidar con quien se reúne, porque el mensaje que manda a la sociedad es que todo vale, que no hay límites y que los objetivos políticos a alcanzar blanquean cualquier trayectoria por siniestra que ésta sea. Tampoco es que se pudiera esperarse mucho de quien ha viajado a Venezuela y ha acabado amparando y protegiendo al sátrapa Maduro, poniéndose en contra de una oposición que finalmente ha optado por tomárselo a broma. Pero más allá de lo personal hay otro elemento que conviene destacar en esta entrevista y es que como el socialismo y sus líderes actúan de manera muy diferente si el interlocutor es de derechas o de izquierdas. Zapatero igual se sienta a hablar con Otegi que da oxígeno a Maduro en sus momentos más críticos porque el denominador común de los tres es que son de izquierdas y eso lo justifica todo. Es imposible imaginar el mismo proceso pero con un expresidente de derechas, reuniéndose con un condenado por pertenecer a una banda terrorista de extrema derecha, acudiendo a amparar a un dictador también de derechas. El escándalo sería mayúsculo. Pero con Maduro es diferente, como con Otegi. O como el actual Gobierno, sostenido por los votos de partidos que abiertamente quieren romper el Estado, desmembrar España, y por una formación que apuesta por hacer saltar por los aires el «régimen del 78», la Constitución, la monarquía... Todo vale, insisto, porque todos ellos comparten un universo ideológico que les permite desde su supuesta superioridad moral saltarse cualquier barrera.
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