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DE XILXES A BALAÍDOS

MIQUEL NADAL

Lunes, 21 de enero 2019, 09:04

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Allá que nos fuimos a presentar el libro del Centenario en Xilxes, por la determinación de su concejal de deportes, Albert Ferrando, siempre atento a la unión entre fútbol y cultura. En cierto modo, con ese acto devolvimos una parte del esfuerzo que muchos de nuestros aficionados de los pueblos depositan para ver al Valencia y que pocas veces premiamos. Es muy fácil acudir a Mestalla viviendo a apenas quinientos metros del campo, y por eso la pretensión de no ir a Mestalla el día de la vuelta contra el Sporting era para recibir críticas y riñas inapelables pensando en todos aquellos que no lo tienen fácil, y aun así cumplen religiosamente con la visita a Mestalla. Muchas veces el imaginario colectivo del Valencia, su propia percepción o la de sus dirigentes, resulta de entrada empequeñecido por una visión demasiado asociada a los límites municipales de la ciudad estricta. El Valencia F.C. nació hace 100 años, desde el recuerdo de un precedente anterior de una década, el F.C. Valencia de 1907, con una feliz y plural aportación de otros clubes deportivos, con el regalo de que el nombre de la ciudad estuviera libre. Otros equipos solo podían representar o a un fragmento del territorio de la ciudad, o a una parte de las capas sociales de la ciudad. El Valencia, desde el principio, aspiró a ser el representante de todos, llevando orgulloso el nombre y la enseña de la ciudad. Por eso, cuando el fútbol se convirtió en una suerte de instrumento de representación de ciudades y territorios, el Valencia pudo presentar los mejores méritos. Valencia representando a Valencia, escribía Pepe Llorca, en una crónica celebrada, firmada por P. York, seudónimo inequívoco. Y es por eso que en la celebración del Centenario, debiera existir un adecuado reconocimiento a tantos y tantos asiduos de Mestalla, a los que nadie pone fácil la asistencia al campo. A los que a 30, 40, 70, o 100 kilómetros de las Avenidas de Aragón o de Suecia, en Almenara, Requena, Denia, Ondara o Llíria, se reúnen en un bar, o tiran una traca con cada gol del Valencia. Humildes héroes en la voluntad. Una propiedad del club que fuera consciente de que al Valencia se le puede explicar pontificando desde la Gran Vía Marqués del Turia, pero también es en buena medida el club que en este o aquel bar o cafetería de Buñol, Chiva o Bellreguard exhibe orgulloso una foto de la Liga de la temporada 1970-1971, una modesta rajoleta de semejanza artesanal, pero de producción industrial. La grandeza de los clubes no se acredita en los momentos de euforia, cuando la explosión del éxito arrastra todas las voluntades, sino cuando hay que apretar los dientes. Por eso, la grandeza está en los valientes que estuvieron en Xilxes en la presentación del libro, y en Balaídos para festejar la victoria. Nadie les tendrá que pedir la entrada cuando se desate la euforia. Ellos ya estaban.

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