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La guerra por mi cuenta ·

Parece que el envite por el título de 'líder de la oposición' va a jugarse a la carta de «a ver quién la suelta más gorda»

CARLOS FLORES JUBERÍAS

Miércoles, 19 de junio 2019, 08:08

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«¿Y qué hacemos ahora?». La inquietante pregunta que con desconcertante perplejidad dirige a su principal asesor el candidato interpretado por Robert Redford en la mítica cinta de Michael Ritchie (The Candidate, 1972) justo cuando los medios confirman que acaba de convertirse en senador, a buen seguro habrá martilleado los oídos de buena parte de nuestros nuevos diputados autonómicos. Si no durante la ya lejana noche del 28A, cuando tras abrirse las urnas supieron que habían sido elegidos, quizás en el transcurso de la pasada semana, cuando suscrito el Botànic II y consumada la investidura de Ximo Puig, supo cada uno el papel que le va a tocar desempeñar en la legislatura que acaba de iniciarse.

Encontrar su lugar en el hemiciclo va ser relativamente sencillo para los diputados de Compromís y el PSPV. Al fin y al cabo, vienen de servir como brazo legislativo del Consell, y eso mismo exactamente es lo que se espera que sigan haciendo los próximos cuatro años: brindar al ejecutivo de Puig el andamiaje legislativo sobre el que edificar sus políticas. Aunque si hemos de hacer caso a lo oído durante el debate de investidura, ha sido tanto y tan bueno lo que se ha hecho en los últimos cuatro años para enterrar la herencia del PP y colocarnos en la vía de progreso, que empiezo a dudar que quede faena legislativa para entretener durante tanto tiempo a tanto espíritu inquieto.

Algo más complicado lo tendrán, intuyo, las diputadas de Unidas Podemos. Socias, sí, del Botànic II, y con asiento además en el Consell (uno para cada una de sus lideresas, que para eso son una coalición en régimen no de comunidad de gananciales, sino de separación de bienes), pero socias minoritarias al fin y al cabo, carentes de control sobre áreas de gestión clave como son Economía, Educación o Sanidad sobre las que van a girar buena parte de las políticas del nuevo Consell. Comulgar con ruedas de molino no resulta particularmente saludable, pero tener que hacerlo una mañana tras otra durante cuatro largos años puede resultar fatal para su ya delicada salud.

Claro, que quienes más difícil lo van a tener son los tres partidos del otro lado del hemiciclo. Con un argumentario ya muy visto y en parte coincidente, -lengua, símbolos...-, al que sólo la incorporación de Vox ha añadido alguna nueva estrofa -género, inmigración...- da la sensación de que el envite por hacerse con ese premio de consolación que es el título de 'líder de la oposición' va a jugarse a la única carta de «a ver quién la suelta más gorda» (concurso en el que Vox va a ser imbatible) o con más gracia (donde Cantó, actor de profesión, parte con ventaja). Lo que quizás reporte buenos titulares periodísticos, pero acabará irremisiblemente echando a perder su credibilidad, sin erosionar la estabilidad de un Consell que ha aprendido la lección de que son las políticas moderadas y no los exabruptos chulescos los que acaban captando la voluntad del elector.

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