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VUELVE A CASA

JOSÉ MARTÍ

Martes, 19 de diciembre 2017, 16:12

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El doctor Jekyll y mister Hyde podría haber sido del Levante. Ofrece una imagen lamentable en casa y otra magnífica fuera, como la del viernes en Nervión. La bipolaridad llega hasta el punto de batir dos récords opuestos: ostenta su peor racha de cinco partidos seguidos sin vencer en Orriols y la mejor racha de otros cinco sin perder en campo ajeno. Pura esquizofrenia. Esta noche debería quitarse la careta, dar un golpe en la mesa y demostrar ante el Leganés que también sabe comportarse y mantener el tipo en casa. Con Lerma es más fácil, claro. Conozco varios así. Se sienten incómodos entre las cuatro paredes de su hogar y buscan permanentemente excusas para desaparecer. Antes paraban mucho por el bar, yendo cada poco a por tabaco, o de viaje. Ahora les ha dado por correr, salir en bici o ir al gimnasio. De un día para otro se han convertido en runners que salen vestidos como un soldado del futuro y, con la excusa de que es buenísimo para la salud, se dedican con asombrosa dedicación a quemar kilómetros y bajar tiempos como si les fuera la vida en ello. Siempre he pensado que correr es de cobardes, perdonen mi simpleza, y de gente que huye de algo. Cada uno sabrá de qué. Hablando con uno de estos conocidos, en plan trabajo de campo para el artículo, me daba la razón y confesaba sentirse examinado y presionado en su propia casa. «Necesito aire para respirar», decía. Siempre hace falta cierta intimidad. Servidor, por ejemplo, acostumbra a meterse en el baño a leer hasta que se me duerme una pierna. Ese es el límite. Un hombre siempre ha de salir por su propio pie del cuarto de baño. Pero de ahí a ausentarse de tus obligaciones como norma habitual de evasión, hay un mundo y no hay nada que lo justifique. En nuestra propia casa siempre deberíamos cumplir y procurar dar lo mejor. No vale que los tuyos te conozcan en la distancia y solo vean tu mejor cara por televisión. Que te comportes como un indolente de puertas adentro y luego resulta que fuera eres un fenómeno, tocando el balón y tirando balones al palo a diestro y siniestro. Me recuerda a un hermano mío manazas. El resto siempre sospechamos que su torpeza era impostada para evitar los trabajos caseros en perjuicio del resto de hermanos. Resulta que no. Ahora, ya adulto, sigue igual en su casa. No es el caso del Levante. Acaba de demostrar sobradamente que es capaz de dar la talla, solo que está incómodo en casa. De nada le valen los ánimos de los suyos. Pero volver a casa por Navidad es casi una obligación, como los turrones. No valen más excusas porque a la afición huérfana esta ausencia le empieza a resultar insoportable. Esta noche, en el Ciutat de València, debería ser capaz de cerrar un extraordinario año granota con una alegría. Toca volver a ganar en casa dos meses después. Sí.

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