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VÍSCERA O CALCULADORA

NACH0 COTINO

Sábado, 9 de febrero 2019, 00:52

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Resulta difícil escribir una opinión horas antes del partido y sin saber lo ocurrido en el Villamarín, consciente que lo ocurrido junto al Paseo de la Palmera de Sevilla puede hacer que lo aquí expuesto carezca de interés. Sí tengo muy claro que los setecientos valencianistas que lo vivieron en la grada y todos los que lo hayan hecho en cualquier confín de la tierra habrán vuelto a experimentar esa tensa ilusión que se presenta pocas veces y que refuerza hasta el infinito y más allá el sentimiento de pertenencia valencianista y también tengo claro que será Mestalla quien dicte sentencia. La Copa ha obrado un cambio milagroso en el sentir del aficionado y del club. No hace muchos días vivíamos instalados en una decepción tan creciente como insospechada y... de repente, el tiempo añadido en la vuelta de los cuartos, la épica de la remontada y el efecto unificador por los ataques externos recibidos contribuyen a fijar como objetivo e ilusión compartida una competición que siempre ilusionó al aficionado y que parecía un estorbo para la entidad. Y es que son once largos años sin 'tocar metal' y sin, ni siquiera, vivir una final. Demasiado tiempo para un club que ha vivido convulsiones de todos los colores y ha terminado en manos de unos propietarios que no entienden el hecho de porfiar por una competición que no ofrece réditos económicos. El estallido de fe y esperanza que se ha instalado en el valencianismo posiblemente les haya hecho entender que razones que el corazón no entiende y sentimientos que van mucho más allá del frío cálculo empresarial y que es ese componente el que marca la gran diferencia que separa una actividad empresarial al uso de la que supone la gestión de un ingente número de sentimientos poco susceptibles de verse acotados por una práctica únicamente empresarial. Es ese componente el que hace grande a un club: la ilusión de una afición entregada y la rebeldía de un equipo que se pone su propia crisis deportiva 'por montera' y se presenta ante las puertas de una fecha histórica. Cuando más se había ensanchado el abismo entre afición y propiedad por el menosprecio que ésta había hecho a la Copa, aparece el fútbol en estado puro para poner las cosas en su sitio. Para anteponer la víscera a la calculadora y para otorgar carta de naturaleza a esta bendita locura que aúna sentimientos de decenas de miles de corazones que palpitan a un mismo ritmo pese a pertenecer a extractos sociales tan diversos como divergentes. Una locura llamada fútbol que se cobija bajo las alas del Murciélago, que sabe que el camino es abrupto y que es capaz de sobrevivir a temporales y a dirigentes insensibles. La Copa llegará a la vitrinas del Valencia o... no, pero es la ilusión compartida por una afición enamorada de su club la que fortalece el sentimiento de pertenencia y contribuye a la mayor grandeza del mismo.

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