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Sería poco entendible tener en el Gobierno al líder de otro partido al que Sánchez le tuviera que dar instrucciones». Así lo dice la vicepresidenta Carmen Calvo en relación a la presencia de Pablo Iglesias en un Gobierno presidido por Pedro Sánchez. Descartemos ejemplos autonómicos, como el valenciano, que no estaría mal tirado, pues tan socialista es Puig como Sánchez y tan líder es Oltra como Iglesias. Tampoco se tomarán en cuenta otros ejemplos innombrables, como el tripartito catalán, donde también convivieron líderes de formaciones políticas, o la malvadísima coalición actual en Andalucía. Quizá son poca cosa, y un Gobierno nacional no merezca comparación tan baja, pues ya se sabe que pactar en una autonomía es muchísimo más sencillo, aunque en la Rioja no se pueda.

Dejando a un lado, pues, esas certezas ocurridas a nivel regional, se podría uno preguntar qué pasa en países como Dinamarca, donde lo de pactar entre líderes de partidos es casi un aburrimiento por lo muy habitual. España es un país mucho más intenso que esos daneses, que en su tiempo eran vikingos pero ahora son de un civilizado que no puede uno ni entenderlo. Los hispanos somos latinos, lo cual tampoco sería excusa, pues allá en Italia, lo de pactar y participar en gobierno con muchas siglas en el consejo de ministros también fue moneda común. Giulio Andreotti le cedió la Presidencia del Consejo de Ministros al socialista Bettino Craxi, que ya es decir, que en teoría eso no podía ser, pero fue. Quizá no sea un gran ejemplo, pues ya se sabe que los italianos son así, un poco mal y nosotros somos del buenismo bien.

Con lo muy mucho que los socialistas españoles miraban hacia sus compañeros alemanes, parece ser que dejaron de hacerlo hace tiempo. Desde 2018, Sholz, del SPD, es vicecanciller de Alemania y ministro federal de Finanzas en el Gobierno Angela Merkel, del CDU. Pues mayor ejemplo que ese en Europa no hay. Poder, se puede. Carmen Calvo considera que «sería poco entendible», pero quizá lo fuera sólo para ella. O por Pedro Sánchez. Vente a Alemania, Pedro, que tus compañeros alemanes lo entienden a la perfección y lo aplican con rigurosidad teutona. Algo pasa en el agua de la capital, o en el aire, o en algún sitio, para que de repente a unos políticos les dé por decir estas cosas. Otro asunto es que guste más o menos la posibilidad de que Iglesias fuera ministro. Incluso que no guste nada, o que no convenga. Pero que es posible y que no hubiera sido la primera ni la segunda vez, es innegable, tanto como que los propios socialistas advertían antes de las últimas elecciones del «peligro» de que Albert Rivera se convirtiese en un ministro de Pablo Casado, que incluso llegó a vacilarle al líder de Ciudadanos con la idea.

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