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Valencia, la Virgen del Carmen y la gente del mar

Valencia, la Virgen del Carmen y la gente del mar

JOSÉ F. BALLESTER-OLMOS Y ANGUÍS PROFESOR DE UNIVERSIDAD

Lunes, 16 de julio 2018, 11:18

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Valencia es una ciudad viva y con un latido especial porque es balcón al mar y a la vez abrazo abierto a los campos y al sol. Nuestro pueblo valenciano tiene unas raíces hincadas en la huerta y otras ancladas bajo el mar. Valencia no sería Valencia si no tuviera mar, porque éste ha marcado nuestros rumbos cultural, social y económico desde tiempos inmemoriales; y no sólo el de los marineros que han vivido directamente del mar, sino el de los labradores, comerciantes y artesanos que se han valido de los barcos para llevar sus productos fuera de nuestras fronteras. Por eso, culto lector, en el día de la Virgen del Carmen asomémonos juntos al mar para hablar de la Madre de los marinos y de la historia que la encumbra.

El 19 de abril de 1901 se declaraba Patrona de la Marina de Guerra Española a la Virgen del Carmen, que lo es, de hecho, de todos los navegantes. Esta proclamación sustanciaba una antigua devoción de los marinos hacia Nuestra Señora del Carmelo, puesto que, ya en 1515, el navío del señor y maestre Gaspar Rodríguez tenía como patrona a esa advocación mariana.

Hoy, como antaño, la Marina española se enorgullece de tener por patrona a la Virgen del Carmelo y recuerda que después de una petición oficial hecha a Su Santidad Pío XII solicitando la coronación canónica de la Patrona de la Armada y su concesión por el Papa el 12 de octubre de 1951, el Ministro de Marina Salvador Moreno se postró ante su imagen en la gaditana San Fernando acompañado de varios almirantes y dotaciones de la Fuerza Naval Española. Esa Armada, española y con patente de gloriosa nobleza, tiene en el puerto de Valencia su Comandancia Naval, nacida en 1802 y mandada en la actualidad por el prestigioso Capitán de Navío Ignacio Villarrubia de Francisco, un ilustre marino gaditano que en el día de la fiesta marinera por excelencia y al pie de las históricas atarazanas mostrará la veneración y cariño de nuestra marina española de guerra a su Patrona la Virgen del Carmen.

No se pierda el lector el momento que, año tras año, los valencianos percibimos con expectación estremecida un instante ya tradicional que es prólogo del parlamento de salutación del Comandante Naval de Valencia. El marino que representa a la Armada en las aguas marinas valencianas se cuadra marcialmente ante la imagen y, como es inveterada costumbre, en un gesto sublime, mirándola a los ojos dará el garrido taconazo militar previo a la ya litúrgica frase: ¡Con vuestro permiso, Señora¡, que pone una especial filacteria virtual al acto.

Ese golpe de tacón es la salva de homenaje de la gloriosa Armada de España a la madre del Cielo a la que se vincula por tradición y por historia en una devoción que va de alma en alma de nuestros marinos de guerra como a lomo de las aguas cortadas al tajamar de una fragata.

Querido marino anónimo: la Reina de los mil mares mora en tu corazón, tiene su bandera enarbolada en el mástil de tu fe y de tu creencia, y te asirá con su escapulario si yerras en la travesía de tu vida. Desde la cofa oteadora del palo de mesana, desde el alma de tu barco, querido hombre, dilecta mujer de la mar, anotas cada día un episodio de nobleza en la historia navegada de los tiempos en bergantines, galeones, corbetas, fragatas y goletas que cruzaron mil veces mares y océanos. Lejos del cálido corazón amado, entre guardias, cantas con el pentagrama de sus encantos lejanos, arrancando notas de ternura, de amor, de fidelidad... Sabes que tu barco va escribiendo romances en sus estelas, sonetos guiados por los luceros; y cuando malos vientos encierran su peligro oculto y el buque sigue avante empapado en temores de no llegar a puerto, tus hermanos de armas o de red son contigo cómplices con la mirada y, como buscando consuelo, una plegaria aflora a vuestros labios marineros. Os intuyo en esa zozobra susurrando un rezo, y veo a alguno de vosotros, quizá el más duro, puede que el más joven, o el mismo capitán, apriete el viejo escapulario de su madre, hoy escondido entre las entretelas de su férreo pecho. ¡Qué certero Víctor Hugo al escribir «existen los hombres que están vivos, los que están muertos y los que se hacen a la mar»¡

Desplegadas en las aguas de los siete mares sirven a la paz nuestras naos guardianas bajo la blanca estrella de Nuestra Madre, y allí los hombres y mujeres de la Armada española, entregadas al concepto tradicional de la Defensa del territorio y a ese otro más complejo que es la Seguridad frente a riesgos y amenazas globales en un entorno marítimo que trasciende nuestro perímetro costero hasta lugares muy alejados del territorio. Acompáñalos siempre Tú, perenne protectora de este pueblo que se aferra a Tu manto y escapulario como salvadora soga que nos saque de las olas en este mar de sargazos que nos arrastra y ahoga. Da a mi España tu mano salvadora. Tendrás que ser Tú quien lleve este barco, hundiendo toda la orza, con el timón a la vía, y que el mascarón de proa abra en canal el océano de la esperanza, y aunque el mar entre por la borda, parezca agua bendita para este velero sin rumbo. Por eso yo quiero, en el día de tu santo, invocarte Madre del Carmelo, para que las mentes se abran, para que esas conciencias despierten, para que los ojos con iris opacos se manifiesten nítidos a las imágenes del futuro ausente. Te pido, Madre, el milagro de la apertura del entendimiento de esta sociedad que surca mares con crestas que bailan ante la proa, con peligro de zozobra en un océano de sensibilidad dormida.

¡Ave Virgen del Carmelo, Reina Marinera, estrella brillante en ocasos y alboradas!

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