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Una Valencia bucólica y pastoril

Algunos parecen desear un regreso a un tiempo pasado idealizado que acabe con los avances del mundo moderno

PABLO SALAZAR

Domingo, 6 de octubre 2019, 11:10

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Como en el mítico 'Un, dos tres, responda otra vez', ¿se acuerdan? (al menos los de mi generación sí). Kiko Ledgar o Mayra Gómez Kemp preguntarían: «Por 25 pesetas cada una, infraestructuras, equipamientos, instalaciones y, en general, 'cosas' de las ciudades y de su entorno que molestan a la vista, estropean el paisaje o son contaminantes y que les gustaría eliminar». Y los concursantes, esa pareja de novios procedentes de Valencia, ella estudiante de Medicina y él recién licenciado en Económicas, empezarían: «las depuradoras de aguas residuales (que menudo olor hacen, añado yo, que se lo digan a los vecinos de Pinedo), las playas de vías de las estaciones de ferrocarril (que una cosa son las estaciones, como la del Norte, y otra todo lo que llevan anexo), las cocheras de la EMT, las estaciones de autobuses, las gasolineras, los vertederos, las plantas de reciclaje, los cementerios de coches, los de neumáticos, los ecoparques (que por muy 'eco' y muy 'parque' que sean mira que resultan feos), los propios cementerios de personas, los tanatorios, las subestaciones eléctricas, los almacenes agrícolas, los industriales, los garajes, los puertos, los aeropuertos, las fábricas... (un momento de silencio, Aurora, que así se llama la concursante se ha quedado callada, está pensando, pero enseguida vuelve al ataque)... lo tengo, lo tengo, los semáforos, y los armarios de los semáforos -añadiría él-, los contenedores de basuras, las farolas... (otro momento de duda)... ¡sí, y los coches!, y las motos, los autobuses, los tranvías, los trenes, los aviones, y los... ¡Ta-lán, ta-lán, ta-lán! ¡Tieeeeeempo! gritarían Don Cicuta y los tacañones tras la exhibición de la pareja feliz. La lista sería interminable, todas las obras que el hombre ha ido levantando a lo largo de los siglos para su servicio, para llevar una vida más cómoda, para dar trabajo al mayor número de personas posible, para ganar en calidad de vida. Una subestación eléctrica es tan fea como necesaria, imprescindible para que al llegar a casa podamos darle al interruptor y tener luz o apretar el aparato del aire acondicionado y obtener un ambiente confortable. La factoría de Ford en Almussafes no merece un premio de arquitectura pero da empleo a miles de trabajadores, que gracias a él pueden tener un proyecto vital. El puerto comercial, repleto de grúas, contenedores y barcos que llegan a superar los 300 metros de eslora, no es un espacio atractivo para el turismo ni para el ocio ciudadano pero es una infraestructura básica para el comercio, que mueve miles de millones de euros y también es un foco de creación de puestos de trabajo. La alternativa a todo ello es la ensoñación pueril, irresponsable y suicida de una Valencia rural, bucólica y pastoril en la que todos viviríamos de la huerta y nos desplazaríamos en carro, alumbrándonos por la noche con velas. Y va y resulta que alguno de esos nostálgicos son los que nos gobiernan.

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