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En días grises, soleados, naturales, festivos e inmóviles (término acuñado por Natalia Ginzburg en 'Querido Miguel'), rodeénse de las personas que estén dispuestas a desprenderse de los prejuicios, que amplíen los horizontes de la curiosidad, que empequezcan la amplitud de la tristeza, que rompan el protocolo de las sábanas, que no alimenten el desánimo, que infundan expectación por el futuro, que sean permeables a la imaginación, que ayuden a encontrar el equilibrio entre ilusiones y realidad, que desbrocen la maleza cotidiana, que quiebren el hielo interior, que practiquen el texto salvaje, que planten cara al miedo con humor y ternura, que antepongan una cerveza contigo a comerse el mundo de los demás y que insuflen «ese punto de confianza que hace la vida posible», que escribió Virginia Woolf. Quédense con ellas para ejercer el turismo emocional, que no entiende de calendario ni de estaciones, ni de equipajes ni billetes de avión pero sí de compañías.

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