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Urgente Un hombre cae de una tercera planta en Valencia huyendo de la Policía tras discutir con su pareja

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Tres veces, tres, salió a relucir Valencia en el debate del pasado martes entre los cuatro candidatos a la Presidencia del Gobierno. La primera, cuando el hiperactivo y desatado Albert Rivera habló del aprendizaje del castellano, que en Cataluña apenas se enseña, y al citar las lenguas cooficiales enumeró el catalán, el gallego, el euskera y, a continuación, también el valenciano, que más allá de discusiones filológicas está reconocido por el Estatuto de autonomía. La segunda referencia partió de boca de Pablo Iglesias, que al referirse a los problemas territoriales de España apuntó que no quería circunscribirse exclusivamente a Cataluña cuando hay otros conflictos o asuntos pendientes, como la infrafinanciación valenciana, a lo que añadió la insularidad canaria o la pésima comunicación ferroviaria de Extremadura, entre otros. Posteriormente, Pedro Sánchez se sumaría a este reconocimiento del grave perjuicio que en materia económica sufre la Comunitat. Tercera y última aparición en escena: el actual presidente del Gobierno habla de la corrupción y pone como ejemplo -para mal- al PP valenciano, con tres expresidentes procesados, imputados o investigados, con varios exconsejeros en idéntica situación y con algunos de ellos en prisión. «La Comunidad Valenciana era el parque temático de la corrupción», sentenció.

De la primera cita, el valenciano como lengua, poco que añadir salvo felicitar a Rivera por no hacer como otros líderes que lo olvidan al incluirlo en el mismo apartado del catalán. Lo mismo cabría afirmar de la segunda referencia, la infrafinanciación, que muestra que por fin se ha ido abriendo hueco en la agenda nacional, aunque asunto muy distinto será que se avance hacia una solución que satisfaga a todos los intereses contrapuestos (población, territorios insulares, extensión, riqueza...). Más preocupante es la tercera, la de la corrupción. Que Pedro Sánchez escogiera la gestión del PP en la Comunitat como blanco de sus críticas es lógico, no iba a hacerlo con Andalucía. Pero también habría podido meter en el mismo saco a la Comunidad de Madrid o a Murcia, otras dos regiones en las que los populares han gobernado durante décadas y sus escándalos no han sido de menor calado que los valencianos. Y sin embargo, el candidato socialista se decantó por el muñeco del pim-pam-pum, el ninot que lo aguanta todo y que puede ser expuesto en la vía pública para escarnio de propios y extraños. No es una buena noticia el que la marca Valencia se siga asociando poco menos que en exclusiva con una lacra global que ha azotado a todas las autonomías, aunque el socialismo la utilice interesadamente para descalificar al PP. Tres citas, tres, dos para felicitarse y una para preocuparse profundamente. La hipoteca reputacional todavía no se ha levantado.

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