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Traumatismo

Ni un solo día durante cuarenta largos años los valencianos hemos dejado de tener un escándalo abierto en las instituciones

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Martes, 3 de julio 2018, 10:35

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En la primavera de 1979, los periodistas estábamos expectantes en el salón de plenos de la Diputación, en espera de que se votara al nuevo presidente democrático de la institución. Todo indicaba que Joaquín Ruiz Mendoza, notable abogado, militante durante toda la dictadura y viejo afiliado a la FUE, iba a ser el elegido. Pero, contra todo pronóstico, las urnas dieron otro nombre, el de Manuel Girona Rubio, un hombre de las nueva generación socialista.

«Cosas de los partidos democráticos», nos dijimos los aprendices. Cinco meses después, cuando Fernando Martínez Castellano fue expulsado de la alcaldía de Valencia y sustituido por Ricard Pérez Casado, empezamos a entender que los partidos eran la mar de democráticos; pero en ocasiones se comportaban igual, o incluso con más saña, que la que habíamos podido ver en las décadas anteriores.

Días atrás, el José Luis Ábalos que dijo que el espectáculo de un Jorge Rodríguez detenido solo se podía saldar con el abandono de sus cargos, me recordó a la Carmen García Bloise que, desde Madrid, apretó el botón contra Martínez Castellano: Felipe González, que por esos días estaba abandonando el marxismo, no podía sostener a un alcalde que había pactado con el Partido Comunista.

Desde aquel lejano 1979, el PSPV sigue a la greña. Sus almas divergentes -marxistas, socialdemócratas, nacionalistas fusterianos y republicanos reprimidos- chocan y chocan una y otra vez, ahora en el espeso caldo de cultivo de la presunta corrupción. Hasta el punto de darnos espectáculos escandalosos, como el de un delegado del Gobierno que critica la actuación de la Policía de la que es responsable.

Se habla, ahora, del escarnio. ¿Pero no lo hubo en la detención de Rodrigo Rato, Eduardo Zaplana y Serafín Castellano, delegado del Gobierno, que salió esposado de casa una mañana? Hoy en día se detiene a una persona pero se busca su móvil. Quizá no alarman las formas, sino la constatación de que ha sido necesario detener a la persona con sus datos.

Rodríguez, ahora, tiene más ventajas que Martínez Castellano en su día. Puede seguir de concejal no adscrito y alcalde de Ontinyent. Pero la mitad del socialismo provincial le está amparando. Hasta el punto de sembrar dudas sobre la ya precaria estabilidad del gobierno autonómico y sobre sus presuntas buenas relaciones con el Gobierno central. Aquella insufrible moralina de los salvadores éticos está enferma; aquella «hipoteca reputacional» que Puig quería saldar, se hace más pesada cada hora. Cuando más estabilidad necesita la economía, cuando más falta hace la unidad de acción para alcanzar las reivindicaciones pendientes, más y más se hace sangre en las viejas heridas: Pérez Casado, Blasco, Zaplana, Camps, Castellano, Rus, Olivas, Costa, Plá, Castedo, Chavarrías, Grau, Ábalos, Ribó, Rodríguez... Ni un día durante cuarenta largos años, los valencianos hemos dejado de tener un escándalo abierto, un traumatismo, en las instituciones.

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