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A trabajar

Hay por delante cuatro años sin elecciones que los políticos deberían aprovechar, unidos, aplicando el sentido común

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Domingo, 9 de junio 2019, 09:56

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Pero qué grande y hermosa es la democracia. Qué feliz me siento por vivir en el país donde el diputado Baldoví, de mi tierra, acude al palacio de la Zarzuela y además de decirle al jefe del Estado que no, que por ahora no reúne mayoría para formar gobierno, se pone serio y le recomienda que en adelante sea más trasparente con las cuentas de la Casa Real... Qué maravilla, santo cielo. Le quitas un palito al ordinal del monarca, lo dejas en Felipe V por ejemplo, y el señor Baldoví ya estaría preso en el castillo de Xàtiva. Pero gracias a Dios tenemos una gran monarquía parlamentaria en la que el diputado goza de inmunidad, de libertad de acción y expresión, y puede decirle todo lo que piensa...

El encargo real está hecho y la investidura se aproxima. Como gotas de lluvia, como una cascada de renovación, van a ir llegando esta semana todas las investiduras: ocho mil ayuntamientos, cincuenta diputaciones, una docena de autonomías... y un presidente socialista llamado a lidiar asuntos muy serios, de gran responsabilidad, por fortuna sobre el cañamazo de una economía que los conservadores enderezaron antes de ser desalojados del poder.

En un año políticamente loco, se han creado 600.000 empleos; el paro está en el mismo nivel que en 2007, antes de que todos los caballos se desbocaran. Los partidos deberían ir de romería a Galicia y darle las gracias a Rajoy, pero no lo harán. Los partidos deberían rendir homenaje a los empresarios, que han sido capaces de superar la crisis económica... y la política. Los partidos deberían dejarse de tanta declaración, tanta frasecita y tanto medirse las distancias, porque tras un año electoral vienen cuatro largos años sin urnas y lo que toca ya es bajar al barro, ponerse manos a la obra, gobernar austeramente y mostrar que se está con la gente a través de mucha eficiencia en la administración y gran sentido común en la convivencia. Por ejemplo: a ver si en la próxima selectividad evitamos la reciente vergüenza nacional y logramos que haya un solo examen, el de España, aplicado igual para todos los estudiantes, bajo las mismas reglas.

Los políticos tienen cuatro años de oportunidades, cuatro años para dejar de hacer el ridículo en los telediarios, 48 meses para ponerse a trabajar, unidos de una vez, y alcanzar ese nivel de eficiencia pública y ahorro que justifica su gran misión. Solo así se alcanza este estatus moral que permite incluso regañar al Rey, como ha hecho el diputado Baldoví. Porque, estoy seguro, el solitario diputado de Compromis, antes de ir a Palacio, ha sido coherente y le ha pedido a Joan Ribó que no despilfarre con las Reinas Magas; a Pere Fuset que no fraccione tantas facturas porque un día le van a sentar la mano; a Vicent Marzá que mire de cumplir las leyes de vez en cuando y a Mónica Oltra que sea menos mesiánica y se tome una tila. ¿O no?

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