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En Gerard Piqué, defensa central del FC Barcelona y de la selección española, es posible descubrir algunos de los elementos más característicos de los jóvenes de nuestro tiempo: la hiperactividad en las redes sociales, con una afición casi compulsiva por tuitear y colgar fotos; el polemista vocacional, airado y sin medida, muy dado al enfrentamiento directo, descarnado, sin matices, en plan espagueti western, o tú o yo sobramos en este poblado, forastero; y la evidente querencia por el mundo del espectáculo y el famoseo, que en su caso viene de su relación con la cantante Shakira. Piqué también es un claro ejemplo de la esquizofrenia en la que desde hace unos años viven muchos catalanes, que flirtean con el soberanismo por la vía del «derecho a decidir» mientras -como es su caso- siguen defendiendo los colores de la selección española o -en el de otros muchos- dependen de unas ventas a España que aspiran a seguir manteniendo en la futura república de Cataluña. Nacido en el 87, a los ocho años de aprobarse el Estatut de Sau, el futbolista azulgrana es un hijo de la democracia española, del Estado de las autonomías y de la construcción pujolista de la nación catalana. Sus opiniones trascienden el ámbito futbolístico para adentrarse en el terreno social y político, por lo que más allá del seguimiento de la competición deportiva hay que estar atentos a sus palabras para ver cómo respira esa gran masa joven y catalanista que con más o menos intensidad cierra filas con el soberanismo. Cuando Piqué arremete contra el Espanyol (o Español) y dice que no es de Barcelona no sólo busca despreciar al otro equipo de la ciudad condal sino por encima de todo marcar su territorio, el de los catalanes auténticos, los de pura raza. Y cuando proclama que el dueño de los 'periquitos' es chino y que lo mismo pueden decir que son de China, que de Italia «o de Tabarnia» demuestra que, en efecto, la aparición en escena de ese territorio imaginario ha molestado al soberanismo, al pensamiento único catalanista, a los defensores acérrimos de un «derecho a decidir» que quieren para sí pero no para los demás. Con la publicidad gratuita que le ha hecho Piqué, con el liderazgo de un provocador genial como Boadella y con el activismo incansable de Jaume Vives -el periodista que desde la terraza de su vivienda ponía para todo el vecindario el 'Qué viva España' de Manolo Escobar- el fenómeno Tabarnia va a seguir creciendo y consolidándose, poniendo una y otra vez a los independentistas ante el espejo de sus contradicciones. Las mismas que llevan a Piqué a saltar al campo para defender la selección de un país en el que no cree pero que le paga generosamente y le permite acudir a Eurocopas y Mundiales que de otro modo vería por la tele desde el salón de su casa.

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