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Urgente Una avería en el avión deja tirado al Valencia

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Las prohibiciones radicales suelen despertar morbos hibernados y ansias de catar el objeto prohibido. El interminable culebrón '¿Dónde enterramos a Franco?', gran éxito de esta temporada, magnífica cortina de humo, formidable encrucijada hispánica que destapa las extravagancias de nuestro carácter, acerca peligrosamente la figura de Franco, ese hombre, ese dictador, hacia los más jóvenes. Tanta inquina muestran contra el cadáver que sólo por espíritu de contradicción y por fastidiar a los mayores no sería de extrañar que irrumpan mocedades farrucas dispuestas a vindicar la estampa de Franco. Al actual Gobierno, de vocación enterrador frustrado, tampoco le apetece que depositen sus restos en la Almudena. La vicepresidenta Calvo se apresuró en confirmar un acuerdo-relámpago con el Vaticano para disolver esa posibilidad. Sospeché de inmediato. Hummm... ¿La Iglesia mojándose tan rápido? Ni en sueños. Son maestros de la diplomacia, de la ambigüedad, del claroscuro, de la insinuación que no compromete, de lo que se lee entre líneas. Jamás dicen sí o no, jamás llevan la contraria, jamás dan la razón. Si llevan dos mil años entre nosotros esto se debe a una extraordinaria mezcla de sabiduria y paciencia. Nunca se precipitan y lo de establecer acuerdos así con alegría no va con ellos. La Iglesia es lenta, muy lenta, pero por eso mismo es segura. El ambientillo de beatos y buscavidas cobijados bajo la sombra de la cruz lo retrató desde una divertida corrosión el premio nobel André Gide en 'Los sótanos del Vaticano'. Intuyo que la vice Carmen Calvo no lo ha leído, pues en ese caso no habría asegurado tener un acuerdo fetén con el Vaticano. De todas formas, alcanzado este punto, poco importa el festival mentiroso, sólo deseamos que el culebrón cese porque tanto ridículo nos mata a todos poco a poco.

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