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Un año más se permitirá la quema de la paja de arroz en el entorno del Parque de la Albufera, o de aquella parte de la paja de arroz que no llegue a reutilizarse para otras cosas, que será la mayoría, porque las alternativas son escasas y los encomiables impulsos de autoridades y colectivos sociales por encontrar salidas no terminan de hallar el camino óptimo y definitivo para todas las existencias.

Previa solicitud de autorización, la Conselleria de Agricultura permite la quema desde el pasado día uno y hasta el 31 de diciembre, aunque la normativa al efecto matiza que se hace «con carácter extraordinario y por razones fitosanitarias». Para que no se diga.

Lo del carácter extraordinario tiene su gracia, porque en realidad se trata de permitir de forma «extraordinaria» lo que siempre se ha hecho de manera ordinaria, rutinaria, porque no había otra. El agricultor siega el arroz, la paja queda sobre el terreno, no hay usos rentables para ella, menos aún si se tiene que pagar el coste de recogerla y transportarla, que sube más que todo lo que se pueda imaginar; si se deja en el sitio tal cual acaba pudriéndose pero a lo largo de meses, lo que ocasiona más males que ventajas para el suelo, se facilita la proliferación de hongos indeseados, se generan malos olores, las aguas ennegrecen, mueren peces, la tierra acumula demasiada materia orgánica para volver a producir bien, quedan restos de malas hierbas e insectos... Lo mejor -y lo único posible en la mayoría de los casos- es quitarse la paja de en medio, quemándola, como se hizo siempre; de paso se eliminan patógenos. Y eso es lo que ha autorizado la conselleria, aunque cuidándose de citar que es de forma «extraordinaria» y por razones «fitosanitarias», que son ciertas y nada extraordinarias, sino habituales. También se impone la exigencia de que las quemas sólo puedan efectuarse cuando haya nivel 1 de preemergencia por riesgo de incendios forestales, desde el amanecer hasta dos horas antes del ocaso solar, momento en el que deberán quedar totalmente extintas las llamas.

Y bien, seguro que todo funcionará a satisfacción general... mientras se tenga la suerte de no sople viento, y si lo hace que sea leve y de poniente, porque así se llevará la humareda mar adentro; que tampoco sea fuerte porque entonces subiría el nivel de preemergencia y se tendrían que suspender las quemas. Pero sobre todo que no soplen vientos del sur ni del este, porque entonces metería el humo dentro de las poblaciones de alrededor y se montaría de nuevo el consabido escándalo. No digamos si la molesta neblina invade las calles de Valencia capital. Se abrirían de nuevo las grandes polémicas, cuando sigue sin haber alternativas viables. Así que todo puede salir bien mientras sople algo de poniente, o mejor un suave noroeste. El humo hacia el mar, y habrá paz.

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