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Los nuevos jubilados perderán 350 euros al mes. Cualquier persona que se jubile este año no disfrutará esta cantidad en poder adquisitivo de media en lo que le resta de vida, según un informe de Analistas Financieros Internacionales (AFI) para la Asociación Empresarial del Seguro. Es la consecuencia de los ajustes introducidos en el sistema de pensiones por las reformas de 2011, con José Luis Rodríguez Zapatero, y en 2013, con Mariano Rajoy Brey, que aquí hay para todos.

Se retrasó la edad de jubilación, se modificó la forma de revalorización de esas prestaciones y se ha introducido el factor de sostenibilidad, que entrará en vigor el año que viene y es el que más impacto tendrá. Todo después de que las pensiones lleven cinco años subiendo un 0,25% anual, por debajo del coste de la vida.

¿Sobran viejos? No, es otra cosa. Las recomendaciones desde la Administración para que los ciudadanos ahorren de cara al futuro y opten por soluciones privadas evidencian una lamentable renuncia pública a la competitividad. Habrá quien piense en el gobierno central, pero en el Servicio Valenciano de Empleo de la Generalitat, el Servef, que dirige Enric Nomdedéu i Biosca, de Compromís, se contrata a empresas privadas para la orientación laboral de los parados, un trabajo que debería hacer los 120 trabajadores que tiene en plantilla para ese mismo fin.

Lejos de seguir planteamientos ideológicos, se parece justificar un Derecho a la Ineficiencia, cuando no a la incompetencia. La Administración es la primera empresa del país y como tal, como empresa de la que todos somos accionistas, se le debe exigir tanto que los directivos no metan la mano en la caja como que hagan bien su trabajo. La ventaja con la que cuenta en este caso, el Estado es que tiene en su mano la definición del terreno de juego con las leyes y los impuestos.

Habrá quien piense que esto puede justificar un apetito desaforado del Leviatán que habita en el Estado, pero no debemos olvidar que el marco que impone la Unión Europea garantiza que se puedan pitar penaltis, en caso de que los haya. De hecho, en la Europa actual hay espacio para estados con distintos modelos de gestión y tributación, sin que ninguno de ellos se pueda decir que sea Venezuela.

Eso sí, en un ejercicio sublime de «coherencia», a la hora de subirnos en la balanza con nuestras magas carnes, muchos responsables públicos sacan pecho de cumplir (o casi cumplir) el déficit... gracias al ayuno. A esto hemos llegado con dietas milagro que nos han metido en nuevos charcos como la falta de fondos públicos, fruto de las bajas retribuciones del nuevo empleo generado y una deslucida recuperación económica. Terminamos una crisis y, ahora, ha estallado la paz. Suerte, y al toro.

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