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Políticos irresponsables. Políticos obcecados en salirse con la suya. Políticos con delirios de grandeza. Políticos que confunden. Políticos que no calman. Políticos macarras. Políticos cobardes que se esconden detrás de discursos vacíos. Políticos que prometen lo que saben que no pueden dar. Políticos que alientan al odio. Políticos kamikazes. Políticos que se apartan y miran hacia otro lado. Políticos que pescan a río revuelto. Políticos que no reconocen sus errores. Políticos que recurren a la violencia. Políticos poco dialogantes. Políticos poco elegantes. Políticos extravagantes. Políticos que comparecen. Políticos que se creen reyes. Reyes que se confunden con políticos.

Ese es el panorama. Crudo, triste, desolador. Nos fijábamos en Confucio, en Maquiavelo, en Locke, en Spinoza, en Rousseau, en Stuart Mill. Nos pusimos estupendos y no merecían tanto. El que estuvo realmente acertado en su definición fue Groucho Marx: «La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados». La frase tuvo intención grotesca, exagerada, caricaturesca. Sin embargo, hoy se ha convertido en penosamente realista.

Pusimos la política en sus manos y ellos la están maltratando. La van a dejar hecha añicos y a ver quién se atreve después a reconstruirla. Nada de lo que están haciendo estos días es política. No lo es. Ni los órdagos, ni las amenazas, ni las soflamas, ni la cerrazón. Se escudan en leyes que tildan como inamovibles, en derechos que no existen, en voces altas difíciles de comprender entre tanto ruido. Demasiado ruido que cada cual traduce como le conviene. Mal usan la política según su conveniencia, sí, y las consecuencias están siendo nefastas. Señores políticos, echen un vistazo a su alrededor y comprobarán el resultado del empleo que han dado a la política. Era un arma, pero no para disparar ni para causar fracturas. Abran los ojos y miren. ¿Qué ven? Yo se lo cuento.

Ciudadanos que se sienten engañados, ciudadanos decepcionados una vez más, ciudadanos animados a participar en batallas perdidas de antemano, ciudadanos que jalean a otros vete tú a saber para qué, ciudadanos asustados, ciudadanos con sed y hambre de venganza, ciudadanos sobrepasados por las circunstancias, ciudadanos cansados de conflictos, ciudadanos rodeados por barreras invisibles, ciudadanos preocupados por su presente y por su futuro, ciudadanos huérfanos de líderes, ciudadanos manchados de sangre, ciudadanos que atacan y se sienten legitimados, ciudadanos que se quieren ir, ciudadanos que quieren que otros no se vayan. O sí. O a veces sí y otras veces no. Ciudadanos mareados.

Os encomendamos una labor y no la estáis acometiendo. No, para esto no nos sirven los políticos.

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