Septiembre trae (otro) plan

Hasta aquí todo normal dentro de una cita parlamentaria en la que se plantean los proyectos de futuro del Consell. Con dos matices: por un lado, la línea no tiene ni tan siquiera el anteproyecto empezado, y tampoco se ha hablado con el Ayuntamiento; por otro, su ejecución se fía a los fondos europeos de reconstrucción, de los que aún se desconoce cuánto corresponderá a la Comunitat.

«Una carta a los reyes Magos», apunta la Cámara de Contratistas de la Comunitat sobre las promesas en materia de infraestructuras hechas por Ximo Puig. Que no hay que dejar de escribirla, cierto, pero este plan inversor para FGV no deja de parecerse a otros anteriores que ya sabemos dónde acabaron, como aquel Plan de Infraestructuras Estratégicas (PIE) de la Comunitat, cifrado en 1.000 millones y que apenas salió del cajón. Por cierto, ahí ya se recogía una conexión con la nueva Fe, en este caso mediante la prolongación de la línea 1 desde la plaza España hasta el centro hospitalario, que, además, llevaría aparejado otro proyecto, el Metroribera, para mejorar el servicio con los municipios de esta comarca.

O el Plan de Cercanías -competencia de Adif y Renfe (léase Ministerio de Transportes)- presentado a finales de 2017 y del que apenas se han activado 110 millones de los más de mil comprometidos hasta 2025. Su predecesor, el de 2010, apenas pasó del 0,3% de ejecución, según datos de la AIReF. Mejoras y modernización de unas líneas ferroviarias que no llegan mientras los viajeros, que bajan en número cada año, sólo claman por un transporte público de calidad.

O el Plan de Movilidad del área metropolitana, que sigue sin presentarse. Eso a pesar de que ya se comentó en enero de 2019 (con motivo de la presentación de la reactivación de la línea 10) que se daría a conocer ese verano. Pasaron los meses, el calendario cambió de año y todavía no hay noticias.

Otro ejemplo: la Estrategia de movilidad de la provincia de Valencia, presentada el pasado junio por la Conselleria de Obras Públicas, con medidas muy ambiciosas para dar prioridad al transporte público. También sin presupuesto.

Se suceden las promesas y los planes pero siguen sin resolverse reivindicaciones históricas de los usuarios del transporte público, como la mejora de las frecuencias o la integración tarifaria. La primera, reclamada especialmente por los vecinos de los municipios que atraviesa la línea 2 e, incluso, por entidades como la Asociación de Empresarios del polígono Fuente del Jarro (Asivalco).

La segunda, aquello de poder moverse con una única tarjeta independientemente del modo de transporte (bus, tren, metro) que se elija, no ha pasado de una aspiración que hasta se llevó a Bruselas. Y eso que para hacerlo posible se constituyó hace ya tres años la Autoridad del Transporte Metropolitano, relegada a la hora de gestionar las ayudas estatales y sin que haya avanzado en el plan para el que se creó.