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Se ha roto la Ley del Autobús

Se ha roto la Ley del Autobús

Una pica en Flandes ·

En España nos han quitado el asiento de atrás a los pánfilos que nacimos en los años 60

ESTEBAN GONZÁLEZ PONS

Lunes, 14 de octubre 2019, 10:42

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El día que mataron a Carrero vino mi madre a buscarme a la parada del autobús y el día de Franco faltamos todos, nos dejaron en casa. Pertenezco a esa generación. Mi vida se cuenta por autobuses. Cuando iba al parvulario ya lo cogía incluso los sábados. Recuerdo que detrás de los respaldos había fotos amarilleadas por el sol de paisajes de España, el castillo de La Mota o El Escorial, por ejemplo. Luego, hasta los dieciocho, también fui cada día al colegio en autobús. En la mocedad subsiguiente mi capa de Súperman fueron el 80, el 81 y el 5 Interior. Y al llegar la mili y mis primeros pasos profesionales dormía en el Auto Res, menos el pis en el Claridge de la vieja Nacional III, claro. Ahora, a veces me subo al tranvía en Bruselas para ir al trabajo cuando llueve; cuando llueve a esa hora, quiero decir, porque aquí, lo que es llover, llueve a diario.

Los autobuses que he cogido en cada una de mis edades resumen bien las distintas etapas de mi biografía, pero ninguno de ellos compone una metáfora tan clara del anticuado mundo sólido del que provengo como el del colegio. Los autobuses escolares constituyen un universo encapsulado. Los compañeros de la parada, sin ir más lejos, forman el primer club privado al que uno pertenece en la vida. «Deja en paz a ese chavalín que es de mi parada...», y tal. Yo me acuerdo de los de la mía por el apellido. Y ellos se acuerdan mucho de mí, me consta. Sonrío.

Lo más característico de los autobuses del cole es la estricta jerarquía que se establece en su interior. Sin que nadie diga nada, sin que se explique ni se proponga, en todos los autobuses escolares del mundo los pequeños van delante y los mayores detrás. Y el último asiento, ay, ¡el último asiento!, se reserva para los más mayores, ¿qué digo?, para los que mandan entre los más mayores. Para los más listos, los que más fuman, las más gamberras, las más malotas, los más chulos y los gallos de pelea. Para la Gil y la Buqué en mi promoción. ¿Es una regla universal? Pues no. Cuento esto precisamente para subrayar que en España nos han quitado el asiento de atrás del autobús a los pánfilos que nacimos en los 60.

Las elecciones de 2011 se libraron entre candidatos nacidos en los 50, conque lo lógico hubiera sido que los siguientes en ocupar el último asiento español fuéramos los de los 60, pero la historia se ha saltado a la generación del 'baby boom', y no sólo en política. Así que, en las próximas generales, pasarán directamente al final del autobús nacional tres candidatos de los 70 y uno de los 80. Nuestros hijos sustituyen a nuestros padres. ¿Protesto?, no. Sólo constato que se ha roto la Ley del Autobús, que la generación 'Un globo, dos globos, tres globos' se queda colgada de una farola con sus globos y una bandera de España en el pie, con una sonrisa obediente de: «Perdón, Miliki, no queríamos molestar».

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