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Los riesgos de Marzà por repetir en Educación

Los riesgos de Marzà por repetir en Educación

Y si hablamos de educación ·

PABLO ROVIRA

Martes, 18 de junio 2019, 07:31

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Se dice que el departamento de Educación no es agradable para los políticos porque tiene gran parte de su presupuesto comprometido, es un mastodonte con colectivos en permanente queja y, por tanto, quema con frecuencia a sus responsables. Es difícil para los políticos salir 'vivos' de este atolladero de gestión, con el riesgo de que, si sigues demasiadas legislaturas al frente, quedes encasillado, como los actores, como un gestor especializado, pero fuera de los verdaderos cotarros políticos en torno a Presidencia. Así que para la figura del conseller -o equivalentes- cuenta mucho la procedencia del nombrado. Están las personas que provienen del ámbito escolar o, más habitual, universitario, que llegan con ambiciones de cambio educativo y que su paso político queda resumido en esta tarea. Por otro lado, están los políticos que llegan a Educación desde fuera del sector. Los que buscan sobrevivir suelen hacer bien poca cosa; los que se implican, corren el riesgo de acortar su carrera parlamentaria.

Lo que sí es cierto es que para los políticos con aspiraciones, el departamento de Educación es una muy buena escuela, y aunque es un área con fama de apear políticamente a las personas, la experiencia señala lo contrario. Ministra de Educación fue Esperanza Aguirre, polémica por su Plan de Mejora de las Humanidades, y ministro de Educación fue Mariano Rajoy, llamado por Aznar para aplacar aquella polémica de Aguirre. También lo fue Alfredo Pérez Rubalcaba, luego candidato socialista a presidente del Gobierno. Conseller de Educación también fue Francisco Camps, que terminó de presidente de la Generalitat, o María José Catalá, alcaldable del PP para Valencia. Otro político ahora en los periódicos por ser la alternativa a Ada Colau en Barcelona, Ernest Maragall, también fue conseller de la materia. Sin embargo, ocurre en ocasiones, pocas, que el político que accede al departamento desde la escuela haga carrera en la vida política nacional o autonómica. Ahí está Ángel Gabilondo, universitario que se mojó durante su etapa ministerial pretendiendo sacar adelante un pacto por la Educación y que ahora aspira a la presidencia de la Comunidad de Madrid.

Esta era la tesitura de Vicent Marzà, maestro que ocupó la Conselleria de Educación la pasada legislatura que, según los entendidos, representa el nuevo Bloc como el contrapeso nacionalista a Mónica Oltra en Compromís.

En el nuevo Botánico, un tripartito donde antes había un dúo, el reparto de responsabilidades abría la puerta a que Marzà acentuara su presencia política. No ha sido así, porque pese a todo lo comentado, la constitución del nuevo Consell ha sido bastante conservadora. Al final, Empleo no se ha sumado a Educación ni política lingüística se ha desligado. Incluso la nueva suma entre universidades y ciencia es un organigrama habitual en otras comunidades autónomas.

Por tanto, la continuidad de Vicent Marzà en la Conselleria de Educación entraña para su carrera política el riesgo del encasillamiento y acentuar la prudencia, desde su perspectiva, en su exposición pública que adoptó tras el primer tercio de la legislatura pasada. También la continuidad en el mestizaje, con el socialista Miguel Soler como secretario autonómico de Educación. El tándem ya se conoce y tienen repartidas las tareas en la política educativa. Un recién llegado Marzà confió en los criterios técnicos del más veterano socialista, sin renunciar a los tres pilares de su acción: una escuela más en valenciano, más pública y más 'política' (no en sentido peyorativo, sino en el sentido de agente para la transformación social).

De este mestizaje tiene que salir la anunciada ley valenciana de Educación, pero no está tan claro que la fórmula del mestizaje mantenga la estabilidad anterior. Se ha visto durante la negociación del nuevo Consell: no es lo mismo pactar entre dos que entre tres. Así será a partir de ahora. Si lo propio de la convivencia entre dos es la lealtad -fidelidad en las relaciones más personales-, cuando llega un tercero ya se da paso a las mayorías.

Éste será el oleaje que se encabrite durante los próximos años, con un conseller que deberá navegar entre los rayos amigos que pretenderán sacar rédito en las disputas orgánicas de lo que acontezca en Educación.

Tras tantos dimes y diretes sobre el nuevo Consell, la Conselleria de Educación aspira a una segunda legislatura y no a volver a comenzar por segunda vez.

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