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Rafael Tamarit, un humanista visionario

Rafael Tamarit, un humanista visionario

JAVIER DOMÍNGUEZ RODRIGO ARQUITECTO

Martes, 14 de enero 2020, 08:07

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La sala de Exposiciones del Colegio de Arquitectos (CTAV) acoge desde el próximo 16 de enero una sugerente muestra dedicada a recorrer la intensa aventura estética de un auténtico 'Mestre Valencià D'Arquitectura', Rafael Tamarit Pitarch (Ruzafa 1939).

El sublime refinamiento visual de su extraordinaria y prolífica obra, iconoclasta, intuitiva y visionaria especialmente en los productos de pequeño formato, adquiere con el paso del tiempo un valor incalculable como memoria construida de un período fundamental para la modernidad.

Retirado de la docencia universitaria, a la que vocacionalmente se dedica con pasión y entrega durante más de cuatro décadas, siempre permanecerá presente para sus escolares como un generoso 'sherpa' que se esforzó con ahínco por proveerles de sólidas raíces para crecer y ágiles alas para volar.

Privilegiado discípulo de Alejandro De la Sota, al igual que su maestro entendía el ejercicio de la profesión como una búsqueda incansable del 'nirwana' de la excelencia. Y la enseñanza, como una honesta llamada al esfuerzo constante, a la superación personal y al encuentro con la belleza.

En sus clases no dejaría de repetir, como hicieran antes De la Sota y Víctor d'Ors, que los arquitectos debían ser inconformistas y comprometerse a «dar liebre por gato». Es decir, a ir mucho más allá de lo que los promotores, usuarios y la sociedad demandaran de su oficio.

En el imaginario de la Escuela permanece su destreza para introducir la literatura y el cine en el aula, ilusionando a los estudiantes con temas como la realización de la casa de complejos personajes de ficción.

Extraídos de relatos de Pier Paolo Pasolini ('Teorema') y Vittorio de Sica ('El jardín de los Finzi-Contini'), su análisis exigía dejar volar la imaginación para recrear y comprender vivencias e historias alejadas de lo cotidiano.

Dotado de un talento innato para la proyectación, su elegante dibujo de mágico trazo constituye una verdadera declaración de intenciones artísticas que ha dejado originales modelos de culto de una arquitectura intemporal, que hoy forma parte del prestigioso club del Docomomo Iberico.

Apasionado y vital, constantemente se adelantó a su tiempo tratando de que sus alumnos, compañeros de profesión y clientes rompieran muchos de los tabúes de la España provinciana del tardofranquismo y, superando el contaminado aislamiento interno, salieran con decisión al exterior.

Siempre defendió la necesidad de ver, contemplar y viajar para aprender, haciendo de la observación un arte, que está en el principio de su trabajo creativo. Esa insaciable búsqueda de nuevas imágenes y objetos, explica tanto su fértil capacidad innovadora como su eclecticismo formal.

Su enérgica personalidad transgresora y libre, impactó inmediatamente en la élite patronal valenciana, sorprendida por la frescura y el lúdico desparpajo de un jovencísimo Tamarit que, recién finalizados sus estudios en la Escuela de Madrid, revoluciona el interiorismo local

A finales de los sesenta, emblemáticos comercios como Don Carlos, Clive, Pavimentos Guillen, Alejandro Soler, la Cafetería Tívoli, Puertas Cubells, Lladró... irrumpen en la escena urbana transformando radicalmente el concepto de tienda, boutique, bazar, pasaje comercial... apelando a una nueva relación tipológica y espacial de lo privado con lo público.

Potentes marquesinas de acero, airosas escaleras metálicas, cuidadas composiciones, delicadas materialidades... conforman el variado protocolo vanguardista que identifica el diseño de su autor.

En todos esos trabajos se percibe su afinidad con Robert Venturi y Denise Scott Brown, con los que comparte el afán por explorar los elementos simbólicos de la forma, sus referencias sociológicas, por poner en valor lo vernáculo y hacer que la buena arquitectura sea una fiesta para los sentidos.

Como el estadounidense, Tamarit busca la polémica y no duda en incorporar una chocante policromía en una construcción histórica. Ni en forjar una fachada modulada con vidrio y acero inoxidable para el edificio Novedades(1976) en la calle Convento Santa Clara, suscitando un debate que cala en la opinión pública de la época.

La aristocracia de la selecta artesanía regional, la familia Lladró, encontró al mejor intérprete para exhibir su delicada colección de lujosa Porcelana, confiando en él como el diseñador ideal en su singladura empresarial.

La próspera internacionalización de la marca permite a Tamarit realizar no solo locales en Londres, Kiev, Bahamas, Buenos Aires, Las Vegas, Kuwait... sino también algunos de sus mejores inmuebles comerciales fuera de Europa, como el Lladró Museum & Galleries en el corazón de Manhattan, el Rodeo Drive de Beverly Hills (Los Ángeles), el Ginza Building (Tokio)...

El Pabellón de Escultores (1983) de la factoría Lladró es concebido como una imponente plataforma-laboratorio para los artistas, dibujantes y modelistas de la firma. Constituye un potente icono, con gestos 'high tech' que contextualizan una monumental pieza en clara alusión a las milenarias pirámides, símbolo de la Creación y representación de los 'cuatro elementos' que dan acceso al Conocimiento y al Arte.

La obra plasma a la perfección el discurso intuitivo y metodológico de Tamarit, que recorre sin perjuicios formales, la sociología, el estructuralismo, la semiótica,... confirmando los sólidos fundamentos del diseño de uno de los grandes arquitectos valencianos de la modernidad.

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