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LA QUINTA DE FINITO

PEDRO TOLEDANO

Martes, 7 de noviembre 2017, 08:37

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Acudir al campo de bravo siempre es gratificante, más si es para asistir a un tentadero, y no les cuento lo que supone para un aficionado si esa labor, imprescindible para la selección de la bravura, cuenta con un torero tan largo y artista como Juan Serrano "Finito de Córdoba". Pura delicia. Pero todavía puede haber más atractivos: que la ganadería tenga sus raíces clavadas en lo más hondo del árbol genealógico de la casta brava. Hablamos, ahí es nada, de La Quinta, rama vigorosa de un tronco lleno de historia y gloria... Saltillo, Ibarra, Santa Coloma, Buendía..., y desde hace tres décadas, Alvaro Martínez Conradi.

Podrían ser éstos suficientes argumentos como para hacer feliz a cualquiera que esté atrapado por la magia de la Tauromaquia. Podrían serlo, pero hemos de confesar que para nosotros el viaje a la finca Fuen La Higuera, situada en la vega cordobesa de Palma del Río, tenía el aliciente añadido, si lo prefieren morbo sano, de poder ver por primera vez, perdón por este déficit profesional, a un torero de las calidades de Finito, ante reses de un encaste que está estigmatizado como torista, lo que viene a ser entendido como toros de difícil gobierno en la lidia. Puro error que hoy no vamos a afrontar porque lo que prima es el disfrute de un torero grande con vacas de sangre señera.

Y qué disfrute. De las excelencias del espada cordobés, por sabidas, seria innecesario incidir, pero la dimensión de la tauromaquia que desplegó la tarde de autos tuvo tanta técnica, tanta profundidad y tanta torería, que es necesario dejar constancia para hacer justicia, no sólo a su impecable quehacer, sino también al juego que dieron las tres excelentes eralas que se tentaron. Ignorábamos que La Quinta es como la segunda casa de Finito, que conoce este encaste como propio. Pero esto, con ser importante, si no hay bravura, fijeza y profundidad en las embestidas de las reses, que la tuvieron en grado superlativo, no hubiera sido posible hacer el toreo que tuvimos la dicha de presenciar. Una conjunción tan mágica se convirtió, finalmente, en una gran noticia.

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