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Lo que quiera Puigdemont

Los españoles no queremos seguir viviendo al dictado político de ese huido que nos maneja a su antojo desde su escondite de Bélgica

CURRI VALENZUELA

Martes, 18 de diciembre 2018, 08:40

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Si aún le queda alguna gota de su poco sentido del humor, Carles Puigdemont debe de estar partido de la risa en su confortable hogar de Waterloo. La independencia de Cataluña se le ha escapado de las manos, al menos de momento, pero el futuro de España depende ahora de él; de lo que su lugarteniente en Barcelona decida apretar, o no, a Pedro Sánchez hasta caer rendido a sus pies o resignarse a convocar elecciones. Y perderlas.

Sánchez está prisionero de su destino, que es el nuestro, a fecha fija: la del próximo viernes, cuando su Gobierno va a celebrar su reunión semanal en la capital catalana, a merced de la violencia que decidan provocar los extremistas de los CDR. Un consejo tranquilo permitirá al presidente dedicarse a anunciar desde Cataluña que va a subir las pensiones, gesto con el que pretende convencer a sus incómodos anfitriones de que si le siguen apoyando para mantenerse en el poder su Ejecutivo llevará a cabo mejoras sociales de mucho calado.

Lo de las pensiones tiene trampa. Para subirlas, Sánchez necesita contar con unos Presupuestos que sólo sacará adelante con los votos de los independentistas; si se ve obligado a prorrogar los últimos de Rajoy, no tendrá más dinero para los jubilados. Así que lo de celebrar un Consejo de Ministros en Barcelona es sólo uno más de los golpes de efecto con los que gobierna el socialista sin sustancia con despacho en La Moncloa.

Aunque nunca debemos despreciar que alguno de sus trucos le acabe saliendo bien, lo más probable es que el último de los que plantea acabe tan en fracaso como todos los anteriores. En el mejor de los escenarios posibles, los mandados de Puigdemont volverán a recordarle que no están dispuestos a apoyar sus Presupuestos a menos que lleve a cabo algún gesto importante para hacer efectiva la autodeterminación de los catalanes con la celebración de un referéndum sobre su posible independencia. Sánchez, siempre optimista, aún confía en que el preso Junqueras, el mismo líder de ERC que engañó en su día a Soraya Sáenz de Santamaría, imponga su supuesta moderación a sus aliados del PDeCat.

Lo peor que puede suceder el día 21 es que los comandos revolucionarios por la independencia organicen manifestaciones violentas que obliguen a los ministros a medidas tan extremas como salir de su reunión evacuados en helicóptero. Una vergüenza para el presidente empeñado en gobernar con la ayuda de quienes desean acabar con la unidad de España que supondría el fracaso definitivo de lo que se propuso para derrocar a Mariano Rajoy con una moción de censura consumada hace menos de ocho meses simultáneamente, una vergüenza para los españoles que no queremos seguir viviendo al dictado político de ese huido Puigdemont que disfruta desde su escondite de Bélgica al manejarnos a su antojo.

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