Borrar

Querido Rubén

Una pica en Flandes ·

Hasta los políticos de vuelta como yo, hoy, te escriben cartas de reconocimiento, fíjate si resultará raro ser buena gente

ESTEBAN GONZÁLEZ PONS

Lunes, 19 de febrero 2018

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

He leído tu pequeña historia en este periódico. Que, en lugar de juguetes en unos grandes almacenes, fuiste a Manos Unidas y, allí, elegiste un proyecto solidario, una casa de acogida para niñas en Guwahati, en la India, como regalo de primera comunión. Que, con tu letra de limpio, escribiste una carta a tus invitados, rogándoles que, lo que se fueran a gastar en el obsequio, hicieran el favor de destinarlo a esta concreta obra de caridad. Que, luego, tu madre hizo una foto a tu carta y la distribuyó por guasap. Decías: «Gracias a Dios tengo lo necesario, así que he pensado que, si queríais hacerme un regalo por ese día, podéis darle mucho más fruto con una donación anónima para un proyecto de Manos Unidas en el que estoy colaborando». Y que recaudaste siete mil euros y pico para que las chicas lleguen a la casa de Guwahati y no sean vendidas como esclavas. Rubén, incluso, he visto tu foto, con un plumier del Valencia CF que envidio tanto como tu generosidad.

De tu gesto, me sobrecoge que venga de un niño. No sé si lo sabes, pero en las fiestas pijas de Madrid y Bruselas se ha puesto de moda exigir un donativo a una oenegé feminista o ecologista para asistir. Sin quitar lo que eso tenga de postureo, algo es algo. Pero, tu altruismo, Rubén, resulta diferente y mejor, porque eres un niño. Un niño, un gorrión sin otra necesidad que volar en bandada sobre plazuelas y bares. Y no has pedido, simplemente, colaborar con los más necesitados. Además, te has desprendido de tus juguetes, lo más importante para cualquier niño. Lo tuyo no es sólo una donación, chaval, también es una lección de educación para adultos.

En mi época los regalos se exponían. La bici, el reloj, la cámara de fotos, el balón, yo qué sé, hasta el misal con cubiertas de nácar. Había quien posaba al frente, vestido de marinero. Tú has hecho un paquete con todo y se lo has enviado a quienes necesitan libros para escapar de la prostitución. Has regalado tus regalos a los pobres. Gracias, Rubén. No en nombre de los pobres sino de los ricos, esos a los que nos recuerdas que, tener algo bueno, no es nada comparado con ser bueno. Hasta los políticos de vuelta como yo, hoy, te escriben cartas de reconocimiento por eso, fíjate si resultará raro ser buena gente.

Fui un niño parecido a ti, todos lo son. El día de mi comunión, mi padre me preguntó: «¿Por quién has rezado?» Y yo: «Por los pobres». Y él me dijo: «Y por los papás, ¿no?» La verdad era que no. Por entonces, mi corazón aún no había cumplido años. A ti, tu madre te ha dicho que, de mayor, seguro que te acordarás de esta renuncia más que de cualquier regalo. Y tiene razón. Mira, al menos yo, a partir de ahora, cada vez que ayude a los que ayudan a los que nadie ayuda, pensaré: Esto va también para la comunión de Rubén. Gracias por haberme reconciliado con mi propia primera comunión, amigo.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios