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El 25 de febrero de 2009 se pararon las obras del nuevo estadio del Valencia CF. Hace pocos días, entre legítimos lagrimones, los aficionados del club han «celebrado» la efeméride. Doce años con ese feo esqueleto son muchos, y hay que decirlo; señalan un fracaso, desprestigian a la ciudad y debería ser remediado cuanto antes. Por eso la Generalidad y el Ayuntamiento están presionando a la propiedad del club con la fundada amenaza de que las ventajas ofrecidas para la gestión del viejo estadio tienen fecha de caducidad. Pero...

Pero si yo fuera Peter Lim, enviaría al señor Puig y al señor Ribó una colección de estampas gráficas. La de los residuos de los hospitales viajando a tierras lejanas porque aquí no estamos al día en materia de plantas incineradoras de basuras, sería la primera. ¿Cuántos años llevamos sin resolver ese peliagudo asunto? ¿Y cuántos años lleva parada la construcción de esta cárcel de Siete Aguas donde las obras no se reemprenden? Otra fotografía a enviar sería la del señor aquel que navegó en balsa por los túneles inundados de una línea de Metro: ¿desde aquel famoso parón de obras por la crisis económica, no han pasado tantos años inútiles como los que lleva muerto el estadio?

Peter Lim es un empresario privado, algo que los aficionados que hablan de «sentiment» quieren obviar. ¿Pero qué demonios va a hacer si los estadios no tienen público que pague? No es un mecenas, está obligado a tener beneficios y no es el autor del desaguisado de la avenida de las Cortes. Le forzarán a que mueva ficha, pero las instituciones públicas que ahora empujan son las que en su día avalaron el proyecto glorioso que se atascó. Son las instituciones que no se sacan de las manos una licencia de centro comercial o la ampliación del puerto que la ciudad juzga imprescindible para la economía. ¿De verdad se sienten con fuerza moral?

Otra foto a remitir desde Singapur sería la del Hotel Sidi Saler, en acelerada ruina en medio del arenal. Ni en el Ayuntamiento se ponen de acuerdo sobre qué hacer, unos soñando con un derribo y otros contemplando un posible rescate. El que fue hotel lujoso se cerró en 2011, al mismo tiempo que se paraban las obras de la línea T-10. Por entonces se aprobó un plan de protección de Sant Vicent de la Roqueta... Por entonces se hablaba ya mucho de la Ceramo, del Museo del Ferrocarril y de los proyectos para el Marítimo; por entonces, terminada la Copa América, quedaron abiertas las opciones de aprovechar los Docks y el Varadero.

En estos tiempos, se hace lo que se puede, dicen Puig y Ribó. Pues lo mismo dice Lim.

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