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El pueblo

CÉSAR GAVELA

Miércoles, 26 de septiembre 2018, 09:47

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El pueblo valenciano no existe. Ni el pueblo español. Ni el vasco, o el catalán. El pueblo, esa expresión entre romántica y comunista, entre populista y cursi, es mentira. No hay ningún pueblo, y si alguna vez lo hubo, tampoco fue un pueblo. Fue el producto de una dictadura.

No hay cinco millones de valencianos en marcha hacia no se sabe qué horizonte de felicidad quimérica y monolingüe. Lo que sí hay es la enseñanza de la historia. La que nos dice que cuando se ha intentado imponer el paraíso en la tierra, lo que finalmente ha sucedido ha sido la violencia, la pobreza, la mentira, la humillación o la estupidez.

No estamos en marcha hacia ningún sitio. Estamos en un presente que abarca todos los sitios No tenemos ningún destino colectivo en lo universal. Ni en lo regional. Menos aún en los 'països catalans'. No hay cinco millones de personas susceptibles de ser convertidas en un ejército civil dispuesto a conquistar un horizonte identitario y sumiso. Cada vez que un político habla de pueblo valenciano está indicándonos que, o bien es un indocumentado (por fortuna en la mayor parte de las ocasiones), o bien es un tipo peligroso que busca domeñar a la ciudadanía, embarcarla y coaccionarla hacia una meta tan inflamada como irreal.

Existe la sociedad valenciana. Existen los cinco millones de personas que son de aquí o de allá, de España o del extranjero. Ciudadanos que creen en el más allá o no creen, que dudan o que les resulta indiferente el asunto. Mujeres y hombres que sueñan, que luchan, que sufren, que se alegran, que tienen unos proyectos personales, o que prefieren no tenerlos, o dejarse llevar por el día a día. Mujeres y hombres sanos o enfermos, alegres o tristes, arraigados o viajeros, que pueden vivir hoy aquí y mañana en Madrid, en Francia o en América. Cinco millones de personas que se parecen cada día más a cinco millones de portugueses, de lombardos, de australianos o de argentinos. Cinco millones de personas que quieren libertad, justicia, sanidad y una educación para ellos o para sus hijos que no esté lastrada por la droga de la identidad colectiva. Por el veneno de la imposición.

No hay pueblo valenciano. Somos todos diferentes, y esas diferencias, curiosamente, nos unen, nos van uniendo a todos, en el confortable y acogedor escenario de la sociedad. En la Constitución. En la ley. En los derechos y las obligaciones. La sociedad lo abarca todo; el pueblo es una invención parcial, ridícula y forzada. Hablemos de la sociedad valenciana, ahí cabemos todos. En el pueblo valenciano no cabemos todos. El pueblo es una homogeneidad inventada que nos quieren imponer. La sociedad es lo real, lo auténtico, lo que nunca debe ser derrotado. Siempre que estemos muy atentos al poder y le plantemos cara cuando corresponda. Para ello contamos con la crucial ayuda de los tribunales. De la democracia y de la razón.

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