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El PSOE, un gobierno sin plan

Es posible que Sánchez lo fiara todo a su capacidad de resistir, tan ufanamente pregonada en su libro de 'hazañas'

VICENTE GARRIDO

Viernes, 20 de septiembre 2019, 08:06

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A los psicólogos nos gusta fijarnos en los comportamientos y preguntarnos cuál es la función que sirven. Se ha puesto de moda en estos últimos tiempos la expresión del 'relato': ¿qué relato va a triunfar, se preguntaban los periodistas, el que otorga la culpa a Podemos o bien al PSOE por el fracaso en formar un gobierno? Aquí el relato se entiende tal cual, como sinónimo de historia, donde hay un objetivo, unos personajes y un argumento o 'trama' para explicar lo que hacen los personajes en la consecución de su objetivo (llegar al poder).

Con este fracaso en formar gobierno de Pedro Sánchez vemos que cuando derribó al gobierno de Rajoy tenía un objetivo, pero carecía de trama o argumento. Es posible que lo fiara todo a su capacidad de resistir, tan ufanamente pregonada en su libro de 'hazañas', pero eso en política puede ser un pobre sustento, sobre todo si atendemos a lo que hizo como parlamentario en la oposición y luego como presidente que tuvo que dimitir ante la falta de aprobación de los presupuestos generales del Estado: Sánchez se convirtió en un gran despreciador del PP y Ciudadanos; al primero, afeándoles continuamente la corrupción de sus antecesores, les puso en el mismo saco y con ello echó a perder la posibilidad de construir un escenario nuevo. Pero daba más rédito seguir llamándoles corruptos, sin comprender que quizás estaba rompiendo puentes que un día tendría que cruzar.

Con Ciudadanos metió la pata del todo: creando ese circo de 'mediadores' para pactar el 'problema' catalán antes de las elecciones dio una bofetada a una formación que nació como reacción al odio de los independentistas a todo lo español y a la discriminación subsiguiente en el debate público, enseñándoles de paso que Sánchez podría pactar con el diablo si era necesario. Rivera compendió que el presidente «no era de fiar», y no le culpo. Finalmente, con Podemos, Sánchez midió mal su ego y el de Iglesias: él sabe que con éste en el gobierno el foco se diluye en su persona, algo que no podía permitir, y a partir de ahí nada se podía arreglar porque Iglesias no bajó la cerviz cuando tenía que hacerlo, y luego decir algo así como «¡eh!, ¡que ahora vale, que aceptamos!» ya no le valía a Sánchez, herido por el menosprecio (el segundo) de Iglesias.

Casado reaccionó ante el estigma de corrupto que Sánchez le adjudicó (por extensión de su partido) desde el principio. Rivera reaccionó ante un presidente que le gusta dejar imágenes ambiguas ante un problema que ha puesto en jaque al Estado. Iglesias reaccionó ante un presidente que le tapaba la única vía de ganar un gran protagonismo en horas bajas. El final de 'sin acuerdo' que ahora tanto asombra en Europa fue cocinado por un gobierno en funciones que quería el poder pero que nunca tuvo un plan para conformarlo, más allá de pedir más votos al electorado... la próxima vez.

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