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Ya que ahora contaremos con la presencia, ignoramos si física o espiritual, de un Felipe González integrado en la rebotica de un gran armador, bien podríamos parafrasearle expresando lo de «macroproyecto o microproyecto, lo importante es que cace ratones». Cuento esto porque al señor Dalmau, vicepresidente segundo de nuestro infladísimo Consell, no le placen los macroproyectos, y por eso contempla con mohín de asquete el tinglado de Intu, un mondongo que, según algunas fuentes, generaría miles de empleos. Entre el público que abraza la beata senda de lo bio, lo eco, lo sostenible, lo chachi, lo guay y lo vegetariano (ustedes entienden), cualquier asunto de gran tamaño provoca repulsión acaso por un miedo que al hombre le sacude desde la época de las cavernas; esto es, o lanceabas con arte al formidable mamut, al enorme oso, o estos bichos te descuartizaban porque no existía una segunda oportunidad. Los proyectos grandes, pequeños o medianos, deben de cumplir con las leyes nacionales, los reglamentos autonómicos y las normas municipales, tarea en verdad titánica, y a partir de ahí facilitaremos su construcción para que los parados encuentren curro fijo. El señor Dalmau, en un comprensible bienquedismo, defiende al autónomo y al pequeño comercio, pero a estos colectivos se les machaca vía impuestos y nadie, jamás, cuando toca poder, se ocupa de sus cuitas. Por otra parte, sin dudar de las buenas intenciones del flamante vicepresidente, conviene advertir que es un hombre acostumbrado a cobrar de la ubre pública, y que además disfruta de recio respaldo gracias a sus múltiples propiedades inmobiliarias, con lo cual sospecho que desconoce los problemas de los autónomos y sus satélites. Me recuerda a los de 'Salvem l'horta' que nunca madrugaron para destripar terrones. Ah, las lindas teorías.

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