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Ya queda un debate menos de política general. Les Corts ha celebrado esta semana otra de esas sesiones maratonianas y que pasan inadvertidas para la gran mayoría de ciudadanos. El principal motivo de polémica, en esta ocasión, ha venido de la mano de las más de mil propuestas de resolución presentadas por el PP valenciano. ¿Muchísimas? Sin duda ¿Útiles? Pues no parece. PSPV, Compromís y Podemos se han apresurado a cargar contra los populares. «Quieren bloquear el debate», han denunciado. No diré que no haya algo de eso en la intención de los populares. Pero el asunto a abordar no es ése. Presentar muchas o pocas propuestas de resolución, tratar de demostrar las grietas existentes en el tripartito o buscar una confrontación entre los populares valencianos y la calle Génova, no dejan de ser maniobras propias del juego político. Lo que resulta sangrante, lo que sí que convierte en inútil toda esta discusión, es la aplicación práctica de esas propuestas. ¿De qué sirve que Les Corts apruebe una, dos o treinta propuestas si después, a la hora de llevarlas a la práctica, el Consell no hace ningún caso? ¿Qué utilidad tienen los pronunciamientos mayoritarios de la Cámara si no van acompañados de apoyo presupuestario? ¿Quién obliga al Consell a cumplir las propuestas de resolución que aprueba Les Corts? Nadie. Son meras declaraciones de intenciones, útiles para tratar de marcarle un gol al adversario, o para ahondar en sus contradicciones, pero que no tienen incidencia alguna en su día a día, ni en el mío. Para eso, para dedicarse a echar horas por la noche apretando el botón de las votaciones o discutiendo sobre el sexo de los ángeles, quizá convendría reformar el Reglamento de Les Corts y prescindir de las propuestas de resolución. Limitarlo a la intervención del jefe del Consell y las de los portavoces parlamentarios. ¿Para qué presentar propuestas que no se cumplirán? Para eso, háganme caso, reduzcan la duración del debate y a otra cosa. La reflexión tendría más enjundia todavía si extendemos la utilidad de las discusiones en el Parlamento a ese debate que ya asoma en el horizonte y que abordará los presupuestos de la Generalitat para el próximo ejercicio. Enmiendas y más enmiendas para tratar de ajustar las cifras aprobadas por el Consell. Como si, de forma similar a lo que ocurre con las propuestas de resolución, ni tan siquiera la incorporación de esas enmiendas a los presupuestos garantizara su aplicación. ¿O no es eso lo que ocurre cuando los niveles de ejecución presupuestaria apenas superan el 60%? ¿O no es eso lo que ha ocurrido con ese plan para acabar con los barracones, y que viene a sustituir al que ya se presentó en 2016 y que no se ha llevado a cabo? Muchas o pocas propuestas, lo importante sería que se cumplieran.

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