El pasado miércoles la arena del ruedo de la plaza de toros de Valencia era testigo, no sólo de la puesta en escena oficial de ... los carteles taurinos de la casi inminente 'Fira de Juliol', ya que se ha adelantado la fecha de inicio al día 12, sino también del anuncio de nuevos atractivos dirigidos a lograr relanzar la otrora famosa cita. Y en ese intento de encontrar soluciones para que el personal dirija sus pasos hacia el coso de la calle de Xàtiva, la empresa Nautalia anunciaba la iniciativa 'Menjat la Fira', una muestra gastronómica, también de tapas y copas, en la que participarán hasta doce reputados chefs valencianos.
Cierto que todo intento de buscar soluciones es digno de aplauso, y que adelantar las fechas puede ser un acierto. Hay que probar. Pero a veces, conviene mirar hacia atrás y ver que nos dice el histórico de las cosas. Porque nos podemos encontrar con soluciones tan sencillas como las que provocaron que naciera, ahí es nada, en el siglo diecinueve, la 'Fira de Juliol'. La iniciativa, allá por el año 1858, partió de dos concejales del Ayuntamiento del Cap i Casal, tomen nota los actuales ediles, y lo hicieron buscando soluciones para atraer forasteros que ayudarán al comercio a paliar las pérdidas provocadas «porque los vecinos de la ciudad ya se trasladaban a las zonas de veraneo».
Como se ve, el problema no está originado solo por la modernidad de la segunda vivienda. Es más una cuestión de atractivos. Entonces la tauromaquia tenía gran atracción en otros lugares, y los avispados ediles vieron una oportunidad. Y por el mes de julio, convirtieron a Valencia en el gran referente del arte de la lidia. Hoy, y a pesar de los detractores, la fiesta brava sigue teniendo gran tirón popular, ahí está la gran asistencia que registran las plazas cuando se ofrecen grandes carteles. Quizás ese sea el reto a perseguir. Ofrecer, sobre todo, mucha calidad, mucho Morante, mucho Roca Rey y los Cía de las alturas. Hay que probar.
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