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OTROS PREMIADOS

VICENTA RODRÍGUEZ

Lunes, 14 de octubre 2019, 10:31

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Se otorgan estos días muchos premios y distinciones; unos, a los vivos y, otros, a los que ya no les hacen falta los aplausos mundanos, porque gozan en la dimensión eterna del Bien y del Amor. Rescatamos del anonimato algunos colectivos dignos de mención:

Los universitarios, que buscan una fuente de ingresos para no ser gravosos a la familia, dando clases particulares a estudiantes que les ayudan a ser escaladores de las asignaturas que se les hacen cuesta arriba.

Reconocimiento a los vendedores de prensa, que miran atónitos a los zombis que pasan pegados a sus móviles, leyendo las noticias, que se hallan expuestas en su quiosco. Cada mañana, con mimo, acarician las portadas para colocarlas ante un público lector que escasea, cada vez más.

Trofeo vocacional a los maestros de los colegios rurales, con poca chiquillería y muchos proyectos educativos, con tanta diversidad escolar y con tan pocos recursos. Allá están estrenando lunes cada día y mirando con nostalgia los pupitres vacíos. Aquí la reducción de ratio no concede más calidad a la enseñanza, al contrario, pierden los alumnos la riqueza del intercambio y la pluralidad social.

Siete y media de la tarde. Un templo encendido. Media docena de personas mayores levantan del banco de madera sus doloridos cuerpos para comenzar la misa, ¿hasta cuándo tendrán un sacerdote en los días laborables? Esperemos que este homenaje a los curas mayores no sea póstumo. No llenamos ni iglesias ni seminarios. Están tortuosos los caminos vocacionales, allá por la Amazonía se plantean que los hombres casados puedan celebrar sacramentos, aquí en la terreta, nuestro cardenal nos convoca a un Sínodo a ver si oteamos mejores propuestas evangelizadoras.

Después de dejar a los nietos en el colegio, el yayo se va al gimnasio o a caminar por el cauce del río para perder algunos retales de colesterol y luego a almorzar con los amigos. Mientras, la yaya va a la piscina, a darle fuerte oleaje a sus cansadas piernas y a enderezar la espalda para más tarde preparar la comida, que devorará su tropa infantil. Los besos imborrables recibidos son el galardón merecido y agradecido para esta tercera edad, que sigue siendo servicial y joven.

Por cierto, que le den un premio de expulsión a ese concejal que aún se mantiene en el puesto a pesar de su habitual incompetencia.

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