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Políticos en gerundio

MIQUEL NADAL

Viernes, 8 de marzo 2019, 08:12

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El gerundio se ha convertido en síntoma de exhibición, y la campaña electoral un álbum Hoffman digital de posados ante el photo-call de las siglas del partido que concurre a las elecciones. No hay nada que escape a esa tiranía de la imagen. El lector lo podrá comprobar si se asoma a las redes sociales. Una orgía, desatada y sin límites, de políticos y aspirantes, que con ocasión de primarias o actividad electoral, se pida o no el voto, exhiben una fotografía, generalmente con gente que hace de figurante, sonriendo, todos felices de haberse conocido, haciendo gestos de victoria, o de intensa preocupación, con dos dedos en el mentón, acreditando su movimiento, su proximidad con las problemas, la sintonía con las personas, la capacidad de escuchar, usando y abusando del gerundio. Todas las posibles manifestaciones de la actividad humana están contaminadas. Asistir a una conferencia. Compartir una charla con unas personas. Escuchar a unos vecinos. Visitar un Museo. Disfrutar de un acto festivo. Recibir unas quejas de unos comerciantes. Todas ellas son situaciones que en infinitivo, sin necesidad de foto, y en un mundo antiguo, analógico, no requerirían ni de exhibición ni de explicación. Sin embargo hoy, cualquiera que quiera dedicarse a la política necesita exponerse a una frenética exhibición, hiperactiva y veloz de su adaptación a este mundo que todo lo tritura, y que necesita explicarlo con el gerundio, que es una manera de poner una especie de pie de foto, como si fuéramos estúpidos. Aquí estoy, compartiendo las quejas de los vecinos de Patraix. Presentando a Vicente, el mejor alcalde de esta o aquella localidad. Me da a mí que el uso del gerundio es el gato por liebre de hacer creer que correr significa movimiento, cuando eso es algo como mínimo discutible, como demostraban los buenos jugadores de fútbol. Llámense Fernando Gómez Colomer o Messi. Al igual que esa intensa cara de felicidad. No sé por qué el rictus o la mueca de tristeza o felicidad tienen que estar vinculados al ejercicio de la política. Con 15 años recién cumplidos, y no podía votar, para la campaña de 1977 y una revistilla escolar de los Salesianos me tragué todos los mítines de la Plaza de Toros, y hasta el del Teatro Princesa de la UDPV y Gil Robles. Carrillo y Pasionaria. Tierno Galván. Felipe González. Los republicanos de ARDE. La CNT de Federica Montseny. Hasta la Falange Auténtica. No tengo ni una foto que lo acredite, pero aún podría reproducir mentalmente la manera de hilar aquellos discursos, repletos de esperanza, y cierta voluntad de que no se malograran las cosas. El odio era inversamente proporcional a la voluntad de asentar el futuro. Si aquella transición era una trampa estuvo muy bien montada. Quizá he mentido. Tengo una foto, en color, con Pepín Forriol, un amigo de mi padre, y Felipe González. Nadie mira a cámara. Es un recuerdo personal y privado. Hoy se exhibiría, y en gerundio.

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