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Política revieja

CÉSAR GAVELA

Miércoles, 17 de julio 2019, 08:37

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Gentes bondadosas, ingenuas, pacíficas, ilusionadas y quiméricas llegaron a creer un día, hace ya tiempo, que en España era posible otra política. Y también en la tierra valenciana. Esas gentes eran muchas, por lo general personas de vida cívica honesta, de trabajar y cumplir con sus obligaciones; o de estudiar, o de buscar trabajo, o de ir por el mundo con esa generosidad sencilla, propia de la gente de bien. Eran y son ciudadanos y ciudadanas de buen pensar, de buen soñar, de buen esperar, de buen confiar.

Una parte considerable de esas gentes creían que la marrullería, el timo, la ambición, el tedio, el narcisismo desatado y hasta incluso una cierta condición malvada, no afectarían nunca a un partido nuevo, honrado, culto, activo y emotivo llamado Podemos. Creían que la formación que dirige, a la estricta usanza leninista, un joven profesor de universidad que fue capaz de canalizar el hartazgo colectivo ante la corrupción y la mentira, los anhelos de la juventud sin salida y los muchos males que acarreó la brutal crisis económica, iba a ser un prodigio de limpieza y democracia, de debate y luz, de alegría y solidaridad, de cooperación y bella ruptura. Linda ruptura educada e imprescindible con lo viejo, estulto y fracasado. Y muy especialmente ruptura con aquel ominoso 'régimen de 1978', un régimen por cierto, que no lo es: se trata sencillamente del origen constitucional de la mejor etapa democrática de la historia de España desde 1812. Un régimen de libertades, de descentralización del poder como en ningún otro lugar de Europa, de creatividad, de libertades, de solidaridad y de progreso económico y social. Todo lo que para el gran ególatra que rige Podemos con la daga en la mano y en la boca, era filfa, timo y frustración. Tal vez porque su modelo estaba en Venezuela, país que no para de triunfar. En todo. Y de cuya camarilla sangrienta fueron asesores, a precio caro, buena parte de la cúpula, hoy casi toda defenestrada, de Podemos.

Si la vieja política, viejísima, con palacio en Galapagar y todo, al estilo Jesús Gil, es ya el distintivo más evidente de Podemos, no pasa algo muy diferente a escala regional. Donde una coalición buenista y conspicuamente soberanista llamada Compromís también quiso ser diferente de la vieja política. Dedicándose a rescatar personas. Náufragos de la maldad del sistema y de la crisis. Pues héte aquí que los rescatadores de cuerpos, no sé si también de almas nacionalistas, andan a la greña, como cualquier partido decimonónico, con traiciones y culpas, con codicias grandes por tener o conservar el sueldo público, ese sueño improbable pero que se cumplió. Sueldos y más sueldos, cargos y más cargos, y el enojo de los que se quedaron fuera del rico reparto. Esa es la nueva política, qué curioso. Cada vez más vieja y eso que la legislatura está empezando. Nos vamos a divertir.

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