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Los Picapiedra

El PSPV ha caído en la cuenta de que la tacañería de la Generalitat con las universidades públicas valencianas puede pasarle factura

María José Pou

Valencia

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Lunes, 25 de marzo 2019, 10:08

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Una de las ventajas de que las elecciones se celebren a finales de abril o mayo es el buen tiempo. No me refiero al de la jornada electoral, sino de los fines de semana previos que anima a salir al campo, a la playa o de ruta por la ciudad sin ver un solo informativo ni preocuparse salvo de que la cervecita esté suficientemente fría. Como ya hemos comprobado, los domingos se han convertido en día de mitin lleno de declaraciones ocurrentes, extemporáneas, insulsas o provocadoras de unos y otros. En una palabra, una pesadez inútil por las propuestas increíbles, como la de la universidad gratuita de Puig, o los mensajes recurrentes como los del Ibex-35 y el pobrecito 'sintecho' de Galapagar, Pablo Iglesias.

Prometer es un clásico de la campaña y la precampaña y, en quien ocupa en ese momento el poder, solo indica la mala conciencia de no haber hecho lo que sabe que debía hacer. No por obligación sino por necesidades del guión, es decir, por imperativo electoral. Puig ha descuidado a un sector de votantes muy importante para la izquierda, los universitarios. Ésos que se encerraron cuando las cargas policiales a las puertas del Luis Vives y que se sienten más cerca de su enemigo político, Compromís y sus satélites. De pronto el PSPV ha caído en la cuenta de que la tacañería de la Generalitat con las universidades públicas valencianas puede pasarle factura y se ha decidido a costear los estudios a quien apruebe. No se trata de becar al mejor sino al capaz de aprobar con un 5 pelado. Es como prometer la supresión de impuestos a quien declare correctamente lo que gana o asegurar el sueldo a quien trabaja. La compensación por el esfuerzo laboral es el salario; por la honestidad fiscal, la ausencia de multas, y por la dedicación universitaria, la obtención de un título que acredita los conocimientos y competencias adquiridas. No es aceptable una duplicidad de recompensas que no se dan en el resto de actividades del mundo adulto. Salvo como un plus. A los trabajadores no nos premian por ir a trabajar y hacerlo bien sino, en ocasiones, por ir más de la cuenta o hacerlo de forma excelente. Así, estudiar y aprobar son mínimos, no máximos que deban reconocerse. De todos modos sabemos que es un brindis al sol -los rectores y rectoras más que nadie- porque el Consell de Puig, si repite, no va a encontrar financiación para tamaña falacia.

Entre las frases ingeniosas de ayer también resultó interesante la referencia de Carmen Calvo al peligro de retroceso en materia de igualdad. Comparto su preocupación pero me inquietó la forma de reflejarla. Dijo la vicepresidenta en funciones que corremos el riesgo de volver «a los Picapiedra». Si así fuera, el resultado no sería del todo malo. Pedro Picapiedra da de comer a su niña y Pablo juega con ella. Y desde luego, Dino no dejaría que ninguno de los dos pusiera una mano encima de Wilma y Betty. Ni ellas lo permitirían sin denunciarlo.

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