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Perdimos dos cajas pero ganamos dos bancos

Espadas ·

FERRAN BELDA

Lunes, 9 de octubre 2017, 08:03

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Nos ha ocurrido lo que a muchos padres de familia. Creíamos que habíamos perdido dos hijas y resulta que hemos ganado dos hijos. Dos bancos como dos soles. Tres, si bien se mira porque Mediolanum no es un grano de anís. En horas 24, la Comunidad Valenciana pasó de no tener más poder financiero que el simbolizado por la continuación del domicilio social de Bankia en las oficinas centrales de Bancaja a ampliar su condición de hospedera, menos da una piedra, y alojar a otros tres bancos más, el antes mencionado y el tercero (Caixabank) y el cuarto (Sabadell) en la clasificación nacional. ¿Temporalmente?, como ha deslizado Oriol Junqueras en plan faltón: «Lo demuestra las sedes escogidas». Ya veremos. Los bancos que se fueron de Quebec a Toronto a raíz de las consultas soberanistas celebradas en 1980 y 1995 ya no volvieron a esta provincia francófona de Canadá. Es obvio que Valencia no es Toronto, aunque se le habría parecido un poco si Zaplana y Olivas no hubieran abortado la construcción de la estilizada torre de comunicaciones prevista por Calatrava en el diseño original de la Ciudad de las Ciencias. Ni por supuesto Barcelona, como no se ha privado de restregarnos inelegantemente por el ego colectivo el vicepresidente de la Generalidad de Cataluña. Hazte pancatalanista para esto. Pero sea porque la campaña antimadridista del madridista Ximo Puig le ha salido algo mariana -Más que al Himno, «Tots a un veu» remite al Traslado: «Valencians, tots a una veu: Vixca la Marededéu!»- o sea porque ya tocaba, el caso es que se nos ha aparecido la Virgen. Y, de momento, vamos ganando. Cosa que no solía ocurrir. Lo habitual era que Cataluña impusiera el Santiago y cierra comercialmente España, que no otra cosa era el proteccionismo económico, y la librecambista Valencia resultara perjudicada.

Por eso lo mejor que podrían hacer nuestras locuaces autoridades en este venturoso trance es no ponerse medallas, ni mucho menos quitárselas a quien no deben, como hizo el diputado y cantante Josep Nadal. Un señor que bautizó a su grupo como La gossa sorda cuando es obvio que el que está teniente es él. Hasta el jueves pasado no había oído hablar siquiera de quién puso en peligro la estabilidad de las cajas de ahorro valencianas -Valencia, Carlet, CAM- embarcándolas en aventuras como la del hospital de La Ribera, Terra Mítica, Valmor, etc. Una auténtica ofensa para quienes nos quedamos afónicos denunciándolo. Nuestros gobernantes si acaso deberían aprovechar la ocasión para renunciar a convertir el Instituto Valenciano de Finanzas en banco público, como pretende hacer la CUP con el suyo para compensar las bajas. Vicent Soler y Anna Gabriel son tal para cual. Y, desde luego, disolver la no estrenada agencia de captación de inversores extranjeros. Para enterarnos por la prensa de que un multimillonario zapatero norteamericano radicado en Elda está patrocinando la conservación de cuevas de Cantabria, con la de arte rupestre que está muriéndose de risa aquí, nos la podemos ahorrar.

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