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Pelillos a la marinera ZAL

FERRAN BELDA

Jueves, 6 de diciembre 2018, 10:13

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Nada me ofendería más que me confundieran con uno de esos economistas contra los que cargó ese doctor Stockmann de 'Un enemigo del pueblo' que es Gregorio Martín en una de sus recientes catilinarias. Uno de esos analistas financieros que antes de poner su talento al servicio al Consell y retorcer las estadísticas en sus dictámenes para que señalaran una cosa y la contraria enriquecían el argumentario que permitía a la Junta de Obras del Puerto campar por sus respetos. Como no me cansaré de repetir, al puerto de Valencia le ha pasado lo que a la España de la 'Oda' de Joan Maragall. Le han sobrado cantores de sus glorias y grandezas -lo nuestro nos han costado- y le han faltado voces críticas que le aconsejaran pensar un poco «en la vida que tens entorn», como decía el poeta. Pero mentiría si dijera que no entiendo a Vicent Sarrià, en este caso, y en menor medida a Ximo Puig. Es comprensible que a los componentes de la comisión territorial de urbanismo se les hiciera muy cuesta arriba devolver a los corrales la última versión del plan especial de la Zona de Actividades Logísticas (ZAL) presentada por la ahora llamada Autoridad Portuaria. El calvario que ha tenido que superar este (agresivo) proyecto no difiere mucho del castigo de Sísifo. Entre pitos ecologistas y flautas judiciales son 22 años y 160 millones los que lleva invertidos el aludido organismo en el proyecto. Y aún no ha vendido una escoba.

Lo que ya no encuentro tan lógico es que a las organizaciones ecologistas que se oponen a esta «inapropiada e inviable» expansión portuaria, en opinión de Antonio Montiel, les sorprenda el visto bueno de las tres administraciones. Parece mentira, afirman estupefactos. La misma consejería que ha aprobado planes tan (arbitrariamente) estrictos como el Patricova, el Pativel y el Plan de l'Horta claudicando ante «un improvisado maquillaje» que no es más que «un insulto a las leyes de la administración valenciana». Para eso no hicimos la guerra, viene a decir Per l'horta antes de lamentar «la falta de valentía del Consell y del Ayuntamiento de Valencia» y acusar al gobierno del Botánico de desaprovechar la inmejorable oportunidad de «revisar el planeamiento desde cero» que le brindó la sentencia del Supremo de 2015, I Año Triunfal. ¿Acaso esperaban que lo tumbaran? ¡Angelitos! Es no querer ver que, sin salir del puerto, el mismo Joan Ribó que se opuso a que una empresa oriental convirtiera los 'docks' en un hotel de lujo so capa de que «Valencia no es Las Vegas» acoge ahora con agrado la posible construcción de una torre de 170 metros de altura en la bocana. Cuando no asiste encantado, no, encantadísimo a la okupación de la práctica totalidad de las bases de la Copa del América olvidándose de que si se permitieron al borde de la dársena es porque iban a ser efímeras. La cuestión es no admitir que la mar se ha llenado de pelillos.

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