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Ahora que circula el nombre de la presidenta del Congreso, Ana Pastor, como posible recambio de Mariano Rajoy en un futuro no muy lejano, no está de más recordar que su paso por el Ministerio de Fomento no fue precisamente un camino de rosas. Desempeñó el cargo desde diciembre de 2011 a julio de 2016, en una etapa marcada por la austeridad y los ajustes presupuestarios. Además, su departamento tenía comprometido gran parte de su capítulo de inversiones en la construcción de nuevas líneas de AVE, que para el PP ha sido su prioridad, por lo que otros ámbitos de actuación (infraestructuras viarias, trenes de cercanías, puertos y aeropuertos) sufrieron aún más la carestía de medios. Pastor tenía fama de dura entre los representantes políticos, sociales y empresariales de las autonomías con los que tenía que negociar. Aquí, en Valencia, pocos la recuerdan con cariño, aunque reconocen que su papel estaba condicionado por un dato fundamental: no había dinero.

En 2016, tras las segundas elecciones y al asumir la presidencia de la Cámara baja, la sustituyó el alcalde de Santander, Íñigo de la Serna. La situación económica ya era otra, sin las alegrías de antaño, de «los buenos tiempos» para los empresarios de las obras públicas, pero sin las estrecheces de la primera legislatura de Rajoy. Además, el talante de De la Serna es muy distinto al de Pastor, tiene más empatía y es buen comunicador. Su llegada al Ministerio de Fomento ha sido muy bien recibida por esos mismos agentes sociales y económicos valencianos que veían a Pastor como un muro contra el que una y otra vez se estrellaban sus reivindicaciones, desde el tren de la costa al túnel pasante de Valencia o el acceso Norte al Puerto, entre otras. Pero ahora, cerca ya de sus dos años en el departamento, cabe hacerse la pregunta de si va a ser capaz de cumplir todas las promesas y los anuncios de inversión que va dejando en todas aquellas comunidades y ciudades que visita y de las que invariablemente sale con nuevos proyectos bajo el brazo. Porque si aquí, en Valencia, el exalcalde está dando alas a las obras de la V-21, a la ampliación de la V-30 y al viejo sueño del túnel pasante -que permitiría completar el Parque Central y acabar con el cinturón de hierro que oprime la ciudad por el Sur-, en Málaga anda comprometido con el tren a Marbella, en Madrid acaba de anunciar una inversión de 660 millones para duplicar la estación de Atocha, en Barcelona impulsa un gran centro empresarial junto al aeropuerto de El Prat, en Bilbao presentó recientemente el proyecto de acceso a la ciudad de la conocida como Y vasca y cuyo coste alcanza los 728 millones, y todo ello sin ser exhaustivo, cogiendo sólo los casos más significativos. Insisto: ¿va a haber para tanto?

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