Borrar

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

El lema principal de la manifestación en demanda de agua que tuvo lugar el pasado miércoles día 7 en Madrid fue «Defendamos la huerta de Europa». Y no se referían los manifestantes a la famosa huerta de Valencia, sino a las de Alicante, Murcia y Almería, por mucho que puedan sorprenderse quienes prefieren seguir en la autocomplacencia. Es más, en dicha manifestación no pintó nada Valencia. Tampoco Castellón. Ni sombra. Como si les sobrara el agua a raudales.

La línea argumental de los manifestantes era precisa: las zonas que aglutinan hoy la mayor parte de la horticultura española de exportación tienen un gravísimo problema de falta de agua, sin agua no se puede producir, si no se produce no se exporta, no hay trabajo, deja de generarse riqueza, todo deviene en desempleo y deterioro económico general; y por eso se reclaman soluciones, se piden nuevos aportes hídricos. Una demanda que últimamente queda englobada en lo que se ha acuñado como 'un pacto nacional del agua', porque prevalece cierta vergüenza a hablar de obras de trasvases, no es políticamente correcto; mejor un 'pacto del agua'. Y en ese bucle se sigue, indefinidamente.

Pero esa es una línea derivada, la de los trasvases, o qué milagros caben para que haya agua donde no llueve lo que se necesita, si no es que se lleva desde donde sí que llueve en abundancia y de sobra.

A lo que íbamos es a que la reclamación de soluciones en dicha manifestación era para las provincias de Alicante, Murcia y Almería, donde las entidades hortofrutícolas de todo tipo se han organizado en el llamado 'Círculo del Agua' para canalizar las actuaciones en favor de 'La huerta de Europa'. Valencia no está en ese 'Círculo', ni su huerta, tan elogiada, ahora ya legalmente protegida... y al mismo tiempo tan arruinada.

No es sólo que la producción hortícola de primor se fue trasladando a otras zonas, como es evidente, sino que las inquietudes e iniciativas y el empuje empresarial también fueron emigrando.

Todas las preocupaciones alrededor de la huerta valenciana y, por extensión, del resto del sector agrario valenciano, parecen estar en otras cosas. Del agua, ni acordarse, como si nadáramos en la abundancia, como si no estuviéramos realmente en la España más seca, como si las provincias de Valencia y Castellón no tuvieran comarcas en la lista de las más despobladas y en regresión de España. ¿Cómo se va a quedar la gente en los pueblos, cómo no abandonar los campos, si sólo es posible cultivar la pobreza?

Mientras tanto, la titular de la Conselleria de Agricultura, Elena Cebrián, y la vicepresidenta de la Diputación de Valencia, María Josep Amigó, han acordado que ambas instituciones «colaboren para impulsar un proceso participativo, abierto y plural que cuente con el conjunto de agentes y colectivos implicados para la elaboración del Plan de Desarrollo Agrario contemplado en la Ley de la Huerta y para que esta norma «sea del pueblo».

Por si le quedan dudas a alguien y piensa que son cosas de la retórica política, la vicepresidenta de la Diputación lo dejó bien claro: el objetivo es que «la Ley de la Huerta sea la del pueblo, a través de un proceso participativo que dé voz al conjunto de municipios, agentes y colectivos para recoger sus inquietudes, no sólo de los agricultores profesionales, sino de toda la gente». Prepárese el agricultor: todos podrán decirle qué debe hacer.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios