EL GRAN SIMULACRO
Pura vida ·
Valencia
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Viernes, 16 de noviembre 2018, 09:20
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El rostro de los diputados mientras efectuaban el simulacro de evacuación recordaba al de los colegiales en idéntica suerte; esto es, desalojaban entre sonrisas y esa pachorra escéptica del que se sabe protagonista de un paripé necesario pero tontorrón. Ese caminar despacito contrastaba, por cierto, con las imágenes que vemos de ellos cuando llega un puente y salen del hemiciclo en estampida, maletón en ristre, para no perder el tren o el avión, que en esos trances de dulces jornadas vacacionales corren con furia de Usain Bolt pero en descalabrado.
Al menos ese simulacro sirvió para que los periodistas pescasen a Pablo Iglesias, pues el recio líder llevaba un par de días escaqueado de tan molesta compañía ya que no le apetecía hablar de la crisis en el ayuntamiento de Madrid. Esta brava mocedad en plena fase de aburguesamiento matrimonial y patrimonial (mansiones), aterrizó municionada de pedantería parlanchina y muchos se tragaron el anzuelo. Vendieron transparencia pero pronto derivaron hacia la opacidad. Susurraron su escaso apego al poder pero se acostumbraron rápido a la moqueta y, sobre todo, al sueldo. Porque la pelea que mantienen allá en la capital estalla justo cuando el clarín de las elecciones se escucha en la próxima esquina y algunos corren el peligro, atroz drama, de yacer en la cuneta sin el cargo ni la paga que lo acompaña. Han descubierto que, en lo privado, resulta intolerable renunciar a un sueldo tan burgués. Sin embargo, cuando lucen verbo en público, proclaman sus edictos de revolución entre bananera y cacahuetera. Quieren asegurarse un puesto preferente en las listas porque vinieron de la nada y no desean regresar al vacío. Más allá de la mamandurria política hace frío y no están dispuestos a soportar el invierno. Para algunos de ellos, en efecto, 'winter is coming'.
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