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DEBATES ESTÉRILES

CAP I CASAL ·

Sus señorías se han entretenido una semana con la petición electoralista sobre el convento de Santo Domingo. Toca volver a trabajar

Paco Moreno

Valencia

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Lunes, 21 de mayo 2018, 12:07

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A mí lo que me importa no es quién gestione el convento de Santo Domingo, sino que cuando hemos ido a visitarlo han pasado dos autobuses seguidos de la línea 4 de la EMT repletos de pasajeros y no han parado». Le robo la frase a un vecino que me encontré ayer en la calle antes de venir a la redacción para hacer mío su punto de vista. Ya nos hemos divertido bastante, sobre todo sus señorías, y es hora de volver a trabajar.

Lo mismo le daba a Compromís, Podemos y el PSPV pedir en Les Corts la gestión y propiedad del convento de Santo Domingo, sede de Capitanía General, que promover una marcha que intentara saltar la valla que rodea el cuartel de Bétera. El mensaje es el mismo, en contra del Ejército y de todo sobre lo que ondee la bandera de España.

Estos días ha quedado demostrado hasta la saciedad que el edificio está bien conservado, lo visita mucha gente (muchísima este fin de semana) y no hay peligro de que desaparezca esta joya del patrimonio arquitectónico de la ciudad. Confío en que el Consell guarde la petición en un cajón con llave cuando le llegue. Nadie se la reclamaría.

Es hora pues de pensar en la razón de que pasen dos autobuses de la EMT cargados hasta los topes y una docena de personas se quede sendas veces con la mano levantada en la parada y una indignación creciente. El gobierno municipal no para de hacer notas triunfalistas sobre el aumento de pasaje y lo bien que marchan las cosas en la empresa, aunque eso no me cuadra muy bien con los viajes que se pierden por la falta de chóferes, los autobuses repletos y el cabreo sindical por unas acusaciones de presuntas irregularidades que han surgido ahora cuando el tripartito lleva tres años gestionando la empresa y acaba de firmarse un convenio que se ha estudiado del derecho y del revés.

Y del vecino que dice no entender esta situación, máxime cuando el presupuesto y la aportación municipal no para de crecer en favor de la EMT, paso a una fotografía que me envía otro amigo de una farola tirada en el suelo de Menéndez Pidal, junto a la estación de autobuses. A la luminaria le han arrancado todo lo que han podido para venderlo como chatarra, por lo que la hipótesis más probable es que haya caído después de varias patadas.

La imagen se completa con un alcorque vacío justo al lado donde lucen unos vigorosos matorrales. Confío en que los vecinos de Tendetes tengan la suerte de una próxima visita del alcalde Ribó al barrio en la precampaña de Compromís. Así el Ayuntamiento informará antes de que ha mejorado la limpieza, el arbolado y hasta que la noche es más estrellada. Aunque igual me equivoco y es casualidad el bombardeo de notas de prensa con las visitas del primer edil que ha hecho hasta ahora. Esas maneras no son las de un gobierno que presume de transparencia y rigor en las instituciones, separándolas por completo de actos partidistas.

Estamos en la calma antes de la tormenta, aburrida y con entretenimientos como qué hacer con la sede de Capitanía General. En las sedes de los partidos se relamen las heridas o hacen la cuenta de la lechera a la vista de las encuestas que se van publicando, pensando en cómo golpear para rascar unos votos aunque haya que tirar de demagogia. Pero los vecinos son los que padecen los problemas y el mayor presupuesto municipal de la historia puede pasar a la misma precisamente por su baja ejecución. Ya les anticipo que el resultado de mayo será malo porque la incorporación del sobrante de 2017 desplomará el porcentaje de inversiones y obras acabadas.

Entre tanta incertidumbre, lo único que brilla un poco es el resultado de la Marina. La semana pasada otro pequeño triunfo con el desembarco de Telefónica en la dársena. Serán 20 ingenieros en unos pocos cientos de metros cuadrados en la antigua base del Alinghi, aunque el asunto tiene más importancia de la que parece. El clúster de innovación de Valencia empieza a ser mucho más que el sueño del empresario Juan Roig, quien lo tuvo claro desde el principio.

Ahora toca imprimir celeridad en la obra pública y que nada frene las inversiones privadas. Cuentan que la relación con el Gobierno es más que buena después de sincerarse sobre la deuda de la Copa América de vela que se puede pagar en los próximos 30 años. Es el primer paso para olvidarnos de la imagen de páramo que ha tenido la dársena durante años para desgracia de Valencia.

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