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Urgente Detenido un hombre por intentar matar a cuchilladas a otro en Llíria

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Casi tres años después de las elecciones de mayo de 2015 que acabaron con veinte años de poder del centro-derecha en la Generalitat, el PPCV afronta el último año de la legislatura del bi-tripartito con serias dudas no ya de si podrá derrotar a la izquierda y a los nacionalistas y recuperar el Palau sino de si conseguirá mantenerse como fuerza más votada o quedará relegado a una segunda o incluso a una tercera posición, por detrás de Ciudadanos y del PSPV o, en su caso, de Compromís. Y esta situación es así de crítica para el partido que lidera Bonig por la confluencia de cuatro razones: la primera es que el desgaste del Consell de Puig es menor que el del Ayuntamiento de Ribó, por un motivo muy sencillo, mientras el president ejerce de bombero de los fuegos que encienden sus socios de Compromís, el alcalde no tiene un contrapeso que amortigüe sus aristas, su falta de empatía con gran parte de los valencianos y los excesos de concejales como Grezzi; Puig ha copiado de Joan Lerma el perfil de hombre tranquilo que no genera crispación ni provoca inquietud, lo cual en estos momentos es todo un valor. La segunda razón tiene que ver con el ascenso meteórico de Ciudadanos, no tanto por los méritos del partido en la Comunitat Valenciana como porque es una tendencia en toda España que se retroalimenta cada vez que sale una encuesta favorable a los de Rivera. La tercera es que, por contra, los deméritos del PP nacional arrastran a la filial valenciana; a pesar de haber aplicado el 155, el PP es visto como un partido débil, endeble, acomodaticio, que acaba cediendo ante los nacionalistas, insensible ante las mujeres y que no cuida a los pensionistas. La cuarta y última tiene que ver con el propio PPCV, con su notoria incapacidad para pasar página respecto al pasado más reciente, con los escándalos de corrupción que prácticamente a diario protagonizan la actualidad política valenciana y española; el PPCV de Bonig no es percibido por los valencianos como un partido nuevo y distante con la triste, gris y oscura etapa final de Camps y de transición de Fabra. Los populares no han sido capaces, al menos de momento, de construir una alternativa desde cero para todos aquellos valencianos que no se identifican con las políticas de corte populista o identitario propias de la izquierda y el nacionalismo y que prefieren una gestión moderada y sin estridencias. Pese a sus problemas en el ámbito valenciano, Ciudadanos tiene serias posibilidades de arrebatar al PPCV el papel dominante en el centro-derecha de la Comunitat, lo cual abriría todo un abanico de pactos postelectorales. Pasados tres años del terremoto de mayo de 2015, los populares se encuentran prácticamente en la casilla de salida en la que lo pusieron los resultados electorales.

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